Para trapo, tu abuela.

Se sentó en la mesa del café Noelia, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Hoy te tengo que olvidar, ya no quiero seguir siendo la persona en la que me estoy convirtiendo ya no quiero seguir pensando todo el día en vos, en planes para que quieras estar conmigo, no me queres, me lo demostras y me lo recalcas mas de una vez ya es hora de que abra los ojos no necesito encasillarte en mala persona, simplemente no me queres.
Me arrastre muchas veces por vos, sufrí, doblegue mi orgullo, todo eso porque pensé que valías la pena que lo que sentías por mi, lo tenias enterrado pero en el medio del corazón, que cuando me veía te salia amor por los poros, una hermosa historia seria si aunque sea se asemejara a la realidad, el tema es que no te importa, y nunca te importe.
Si tan solo pudiera dejarte ir, sacarme este dolor del pecho, sacarte de mi cabeza, si tan solo pudiera liberarme de este peso, sacarme la mezcla de veneno y amor que tengo contra vos.

Me empeño en un amor que no tiene base, porque todas las señas que me das son un no te amo.
No sentís nada por mi, y tampoco me mereces.

Ahora me voy a dormir porque mañana sigo con mi vida, y sin vos en ella, me canse de ser tu trapo viejo, que no me demuestres que valgo ni un poquito para vos, que ni siquiera juegues el papel de amigo, ya esta me canse de vos y tu actitud, no sos aquel que me hacia suspirar, sos solamente su sombra, o tal vez no lo seas para mi y si para alguien mas ... vaya una a saber si en realidad sos un caballero cuando te conviene.

¡Sí! veneno tengo y para repartir.
Gracias por pisotearme cada vez que pudiste el papel de winner ya te lo ganaste, yo me arrastre mas de una vez por vos, y me pisaste la carita.
Sos un idiota ... espero que te des cuenta y que no sea demasiado tarde.


Noelia.

Palabras escondidas.

Se sentó en la mesa del café Sir George, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Al atravesar el umbral de la puerta principal, la señora Etchegaray, sintió una abrumadora nostalgia por un sitio que nunca conoció. La ambulancia retiraba el cuerpo sin vida del señor Sánchez de Córdoba. Los vecinos husmeaban detrás de la verja sorprendidos con la reciente muerte del anciano. La señora Etchegaray se preguntaba cómo podía extrañar una habitación, un comedor y una cocina que sólo estaban en su imaginación. Todo estaba ordenado y, como intuía la anciana, el clima del lugar era de una absoluta soledad de años. Sólo la cama de la habitación estaba desordenada, fue ahí en donde murió Sánchez de Córdoba, dicen que en un sueño. A un costado, un gran armario con centenares de libros ordenados por autor y obra. Un espejo biselado, mostraba un escritorio con una vieja máquina de escribir con una hoja a medio escribir. Era un párrafo corto, su último párrafo antes de acostarse y morir. Abajo un cesto de basura estaba repleto de papeles destrozados. Un vaso de vidrio marcaba la comisura de los labios del último trago
La señora Etchegaray acarició la maquina. Decidió revisar los cajones del hombre que amaba. Al abrir el primer cajón encontró cartas, infinitas cartas, así en el segundo y en el tercero. Todas se dirigían a ella, cartas de amor y poesías. El anciano solitario también la amaba y la mujer descubría el secreto luego de treinta años. En un segundo descubrió que ambos se querían, pero ahora la ambulancia lo llevaba con lentitud a una morgue. Treinta años después y ni una sola palabra. El amor se escapaba, moría sin haberse revelado.
El día que el señor Sánchez de Córdoba llegó a la calle Sucre, en el barrio de Belgrano, los vecinos apenas pudieron reparar en él. Estaban asomados por las ventanas asustados. La revolución Libertadora invadía con sus aviones la Plaza de Mayo. Las radios desconcertadas, les pedían a las personas que no salieran de sus hogares. Las madres gritando, recogían a los últimos niños que jugaban en la vereda; estaban aterradas por el estruendo de las bombas y los tiros que se oían desde el centro de la ciudad. Sánchez de Córdoba, inmutable, sin prestar atención a la locura colectiva, observó el cartel de su nueva casa que decía: alquilado. Vestía un traje negro pinzado y un sombrero de fieltro. Una larga barba blanca cubría su rostro y en su mano llevaba un portafolio, que parecía pesarle. En otra llevaba una pluma antiquísima. Una mujer joven y hermosa que pasaba por el lugar, lo miró sin entenderlo. Sánchez de Córdoba sin razón alguna le obsequió la pluma. Dio un suspiro y miró al cielo. Vio una y otra vez, a los aviones que se dirigían a un lugar incierto para él. Buscó en sus bolsillos las llaves y abrió la puerta principal. Antes de entrar miró, sin saber por qué a la casa del frente. Una mujer lo miraba con curiosidad, ella no parecía tener miedo a las bombas y tiros de Aramburu y Rojas, no le importaba que la radio “El Mundo” dijera que el General Perón estaba desaparecido. Sólo le intrigó la presencia del nuevo vecino, que ahora con sus dos manos se agachaba a levantar el pesado portafolio. Se miraron por unos instantes. El hombre bajó la mirada y antes de cerrar la puerta, volvió a mirar a la mujer, que seguía mirándolo.
La señora Etchegaray tenía treinta años. Desde la muerte de su padre se había acostumbrado a la soledad. Sólo se relacionaba con sus compañeros de trabajo y algunos vecinos. Muchos hombres deseaban conquistarla de distintas maneras, pero ella parecía cerrada a recibir cualquier propuesta. No conoció el amor y le temía. Las radionovelas de las tres de la tarde en radio Belgrano, con la voz de Oscar Casco, Fernando Ciro, Hilda Bernar, eran su único acercamiento al amor. Hasta que Sánchez de Córdoba llegó a su vida. Esos actores que la conmovían desde un aparato, tomaban vida viendo a su vecino. Él la retrotraía a esas tardes. La imaginación, que era una medicina hermosa por aquellos años, le hizo pensar que tal vez su vecino fuera el personaje principal de las radionovelas.
Sánchez de Córdoba, resultó ser para todo el barrio un perfecto mal educado, un arrogante y un soberbio. Nunca se dignaba a saludar a nadie. Cada vez que salía de su casa con rumbo desconocido, escondía sus ojos celestes bajo la punta de su sombrero ladeado. Ni siquiera se dignaba a preguntar por la salud del pequeño Brunillo, que por una picardía de niños, una tarde de verano había perdido una de sus piernas al quedar atrapado por las ruedas del tranvía. La joven Etchegaray ya se acostumbraba a los reproches de todos contra ese hombre hermético, casi siniestro, pero por dentro sufría ante las críticas hacia el hombre que ella amaba. Su corazón se estremecía cada vez que Sánchez de Córdoba salía de su casa. Él al verla, levantaba su brazo derecho, se sacaba su sombrero y con la otra mano la saludaba. Desde el primer día que lo vio, ella sentía que ese galán imaginario, sólo estaba en este mundo para dirigirse a ella. No quería pensar en sus actitudes de hombre infame.
Pasado unos meses, la joven comenzó a esperarlo en la puerta de su casa, con sus vestidos acampanados y su rodete ajustándole el pelo castaño. El hombre llegaba con su maletín, ignorando todo, pero antes de entrar, repetía la escena de siempre, se sacaba el sombrero y saludaba a la joven mujer.
Ella no volvió a oír la radio, sólo esperaba la salida y la llegada de ese hombre misterioso que nunca tomaba la decisión de cortejarla, de dirigirle la palabra. La joven Etchegaray se moría por hablarle, saber todo sobre su vida, pero la actitud machista y conservadora de la época, la reprimían a cruzar la calle y hablar con ese señor extraño.
Sánchez de Córdoba encerrado en su casa, con las persianas bajas, se quedaba horas mirando cada vez que la mujer salía a regar los geranios, o regresaba de su trabajo. El whisky lo acompañaba en esos momentos. La amaba, pero cómo decirlo. Cómo acercarse y decirle que desde que la había visto su soledad había desaparecido. Cómo decirle que cada noche, esa mujer era la musa de sus poesías y cuentos más perfectos. Cómo decirle todo esto, si desde su nacimiento no escuchaba, no hablaba. Él siempre fue “el sordito”, “el mudo”, del que todos se burlaban apenas lo conocían. Nadie sentía compasión por él. Quería que la magia quedase intacta ante la joven. Al enterarse de su condición ¿no perdería ella el interés? ¿Por qué no dejar todo así? ¿Por qué no dejar pasar el tiempo y amarse de esa forma cobarde, pero sin disgustos?
Treinta años después ya era un anciano de setenta años y la señora Etchegaray tenía sesenta. Ni un sólo día habían cesado los saludos y las miradas. La mujer esperó toda su vida a ese personaje de ficción escapado de una radio, lo esperaba porque algún día le hablaría, algún día su protagonista de la radio le hablaría al oído.
La ambulancia se perdía y la mujer seguía abriendo carta por carta, en ellas se enteraba de las poesías que el hombre de su vida le había dedicado. No sabe cuánto tiempo pasó, pero leyó una por una. No entendía por qué ese amor tan fuerte nunca fue vivido. Se sentó en su escritorio. Al lado de la maquina de escribir, quedaba el vaso de whisky a medio tomar. Con lágrimas tomó la hoja de la máquina, tal vez lo último escrito:
“La he amado por siempre, sólo soy un pobre hombre que no la merece, sólo mis cartas de amor saben cuánto la he amado. Quisiera poder decirle todo lo que la amo, hablar con usted en un viaje que perdure siglos. Sólo rendirme ante la belleza de su rostro. Creo que la magia existe y algún día, emprenderemos esos caminos juntos. He sido temeroso, pero de amor. Mi alma estará siempre con usted. Amo el beso que nunca le di, amo sus caricias que nunca llegaron, amo a nuestros hijos que por algún lado corren y ríen. Gritan, hablan, son felices…”
El párrafo terminaba en esos puntos suspensivos. La señora Etchegaray guardaría por siempre esas cartas y juraba leerlas una y otra vez hasta emprender ese viaje. Guardó cada una en su sobre. En el portafolio que tanto pesaba las escondió como un tesoro. ¿Por qué el galán de sus sueños, el de la radio, no le había hablado ni siquiera una vez? Al abrir la puerta de la casa sintió un cosquilleo en sus oídos. Se dio vuelta y vio que se había olvidado de guardar la hoja de la maquina de escribir. Al acercarse las letras se fueron esfumando hasta quedar la hoja en blanco. Otra vez sintió un cosquilleo en su oído.
“La he amado por siempre, sólo soy un pobre hombre que no la merece, sólo mis cartas de amor saben cuánto la he amado. Quisiera poder decirle todo lo que la amo, hablar con usted en un viaje que perdure siglos. Sólo rendirme ante la belleza de su rostro. Creo que la magia existe y algún día, emprenderemos esos caminos juntos. He sido temeroso, pero de amor. Mi alma estará siempre con usted. Amo el beso que nunca le di, amo sus caricias que nunca llegaron, amo a nuestros hijos que por algún lado corren y ríen. Gritan, hablan, son felices…”
Era su voz, esa voz que siempre quiso escuchar. Abrió el portafolio y al abrir cada carta, las letras desaparecían. Sólo quedaba un papel vació amarillento y la voz que resonaba por toda la casa, diciéndole los poemas más hermosos.


Sir George.

La burla de los muertos.

Se sentó en la mesa del café Sir George, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Una luz tenue enfoca el depósito de cadáveres. El silencio de la noche es cómplice de lo aterrador del lugar. Dos muertos yacen en el suelo. Están cubiertos por bolsas negras. Una rata hambrienta husmea los cuerpos en descomposición. Los difuntos conducían un auto horas atrás. Se han transformado en carroña fría. Tienen aspecto de residuos sin importancia. Ya no sonríen, no hablan, no sueñan, son pedazos de carne fétida. Serán usados para un experimento maquiavélico. Méndez y Salves serán los encargados de divertirse con su muerte. Quintana, con su moral religiosa, reprueba las actitudes de sus compañeros: en varias ocasiones ha conspirado contra ellos. Nadie le ha creído. No puede entender el comportamiento de sus colegas. Las autopsias diarias afectaron sus mentes. Siendo estudiantes inexpertos y temerosos, se comportaban con normalidad. A Salves, siempre le molesta descubrir la causa de la muerte de un niño, en cambio a Méndez lo entristece el deceso de los ancianos. Varios años seccionando cuerpos los han hecho perversos, siniestros, diabólicos. Siguen manteniendo el respeto a niños y ancianos pero, desprecian a personas que ellos creen desagradables. Ni ellos saben la razón de su maldad. Con risas de hienas festejan el salpicar de la sangre, aúllan como lobos. Quintana intenta detenerlos mediante amenazas y denuncias y, de nada sirve, las ignoran. Con desdén, le exigen que no moleste en la fiesta. ¡Que se retire a rezar a su Dios misericordioso!
Les encanta el intercambio de cabezas. Implantar brazos femeninos en un hombre. Separar los dedos de mujer con uñas largas y filosas y usarlos de dardos en un blanco. Otra de sus peculiares costumbres es despojarlos de sus prendas y vestirlos con algún atuendo particular. Les gusta disfrazar a un hombre obeso con un tutú de bailarina clásica. Sosteniéndolo entre ambos, lo hacen bailar en puntas de pies e imaginan los bullicios y aplausos de las sombras.
Al aburrirse de jugar al póquer eligen muertos al azar. Los sientan en una mesa con sus cinco cartas y los insultan si alguno obtiene póquer de ases.
-El fiambre se me lleva la guita a la tumba - suele exclamar Salves.
-¿Qué cartas tendrá el desgraciado?- Gruñe con ironía Méndez.
Con sus locuras se sienten justicieros en sus rituales. Aborrecen encontrar un muerto de facciones bellas y le desfiguran su rostro, insertándole una nariz puntiaguda o grandes orejas.
-¡Así qué te creías muy lindo Dorian Gray! ; Ahora te vas a ir al nicho como un monstruo - dicen con un tono juzgador y severo.
A los hombres altos los convierten en petisos y a los petisos en jugadores de básquet. Son coleccionistas de ojos y en un frasco los atesoran "como canicas" de distintos colores.
Los pasos de Méndez y Salves provocan un malestar imaginario en los muertos. Quisieran resucitar como lo hizo Lázaro de su tumba. Escapar de la tortura que se avecina. La rata que rodea los muertos huye con rapidez al escuchar los pasos de los dementes. Salves ilumina con una linterna los cadáveres y Méndez procede a destaparlos. Estudian qué presagio promete la noche. Son dos jóvenes de unos treinta años. El fuerte impacto del automóvil no los ha demacrado. Un golpe seco en la cabeza fue suficiente para estar en la morgue.
-¿Qué podemos hacer con ustedes? - dice Salves.
-La verdad, me estoy aburriendo de repetir lo de siempre - agrega Méndez.
-¿Por qué no… realizar un buen paseo en la ambulancia de Quintana con los amigos? - Insinúa Salves
-Continúa, continúa que me gusta la idea – Dice asombrado Méndez.
-El muy idiota se olvidó las llaves - Insiste Salves intentando persuadir a su amigo.
-¿Pero cómo hacemos? Vacila Méndez.
-Sencillo, mirá lo que tengo. -Salves mostrándole las llaves del olvidadizo señor incorruptible.
-No estaría nada mal, ¿qué te parece una vuelta por el Abasto, tomar algunas cervezas y piropear hermosas mujeres? - Aprueba la idea Méndez, agregando un incierto desenlace.
Secuestran a los jóvenes muertos y los arrastran a la ambulancia de Quintana. Evitando ser vistos por alguien, sientan a los difuntos en la parte trasera del auto. Una mujer joven y hermosa pasa por el lugar. Salves sin razón alguna habla con ella. Los acomodan inclinados en los asientos y buscan que no caigan hacia delante. Salves enciende el motor. Sintoniza Lohengrin de Wagner. Entre risas y algarabía emprenden el tragicómico viaje.
-¿Querés una cerveza flaco? - Salves dirigiéndose a uno de los muertos.
- Contestá, sos mudo querido, nada de timidez acá, hoy estamos de joda y a joder se ha dicho.-Méndez hablándole al cadáver.
A gran velocidad pasean los cuatro amigos. Cada tanto, se detienen en algún semáforo. Improvisan poesías al ver jóvenes bellas. Los cadáveres parecen sonreír ante el romanticismo de sus torturadores. Nace una anormal amistad. Se unen la vida y la muerte. La locura y la paz eterna. Al tomar la avenida Corrientes, uno de los cadáveres se tumba hacia delante. Su mano queda tendida entre los médicos, parece señalar algo llamativo.
-¿Qué carajo viste finado? -pregunta Salves desatendiendo el volante y siguiendo la indicación de la mano. Observa un auto destrozado.
-¡Cuidado con el camión boludo! -Grita desesperado Méndez.
La advertencia no llega a tiempo. La ambulancia de Quintana se estrella contra un viejo acoplado. La policía forense confirma que sus cuatro integrantes han fallecido. El auto desecho que parecía señalar el cadáver, era su propio auto. En él, horas antes, moría junto a su amigo. Los cuatro hombres sin vida son trasladados a la morgue. Quintana será el encargado de realizar las autopsias. Los rostros de los jóvenes parecen tranquilos. Dan el aspecto de aguardar un sepelio decente.
- ¡Salves, qué lindo tipo que eras!, ¡Méndez tus piernas son muy largas! - Grita Quintana con un bisturí ansioso por cortar.

Sir George.

Historias del amor.

Se sentó en la mesa del café S. Vogt, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Acostado en la hierba,
en la tierra que se vuelve pequeña,
cuando tu imagen baila en mis recuerdos,
cuando el viento me trae la humedad de tus labios,
el vacío del universo se llena de mi alma,
ahora infinita.

De repente el sol no muestra su rostro,
las aves ya no vuelan, una tormenta de llanto me acosa,
tormenta oscura que tiñe mi ser,
llanto que desgarra la fortaleza de las flores.

Te tomo la mano y miro tu rostro,
pálido y sereno como el papel del poema que te regalo,
y te abrazo ya sin mi alma,
porque se fue contigo en tu partida.
Una paloma blanca se pierde en el horizonte.

Una noche sin estrellas marcho tras tus pasos.

Pero un susurro me despierta,
las aves bailan con el sol radiante,
me eleva una caricia,
las flores empapan con perfume tus labios dulces,
cuando tus besos me roban
una lagrima y una sonrisa.

S. Vogt.

De nada sirve llorar.

Se sentó en la mesa del café Agatha, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Yo sé que de nada sirve llorar por lo que pudo ser y no fue.
Pero no puedo evitar recordarte y sentir un vació enorme.
Desde que te fuiste mi vida no tiene el mismo sentido, las cosas ya no tienen el valor que tenían cuando estabas a mi lado.
Con vos, me fui yo... y aunque intenté de mil maneras no he podido borrarte de mi vida... o de la vida de la extraña que vive en mi.
No puedo evitar sentir culpa por haber causado tanto daño, ¿ A quién más puedo culpar por tantos errores?
Nunca me atreví a despojarme de esta máscara de frialdad y desinterés que me cubre.. y hoy las consecuencias son muy caras..
A diario maldigo lo que tengo, porque para lograr lo que hoy tengo, perdí sin querer lo que más quería!
Miro esos libros que están por toda la casa, como burlándose de mi... y recuerdo el instante en que con uno de ellos en mi mano te miré de reojo y te pedí que no me hablés hasta que termine de leer...

Vos por supuesto acataste la orden, pero imagino lo solo que te habrás sentido en esos días...
Esos días en los que todo era más importante que vos, esos días en los que la ambición y la soberbia le ganaron al amor..
Ni siquiera imaginas lo mucho que me arrepiento!!!
algún día me verás destruir ese "papel" delante de tus ojos y sabrás que para mi no vale nada.. comparado con lo que vos significas para mi....
Y pronto empezaré de nuevo... sin vos y sin mi.... y los libros no me provocarán dolor, porque las líneas serán otras...

Agatha.

Lágrimas obstruidas.

Se sentó en la mesa del café Horacio Oliveira, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Tus dudas no previeron la estocada profunda en el alma.

La incomprensión correspondió a un armamento en plena batalla.

El enemigo ya estaba vencido sin abrir el fuego.

Las trincheras pasaron desapercibidas.
Estoy golpeando las puertas de aquella liberación,
que es momentánea.

La llave se perdió,
quizás en las formas más aptas
de intentar forzar el cerrojo.

La velocidad, que es constante y diaria,
hizo más rauda mi lucha.

El sol hizo trastabillar mi cometido.

No es tenue la fragilidad*.

Todas las posibilidades calificativas,
son moneda corriente.

Todos los sonidos ya lo han acariciado.
Ya ha agotado toda posibilidad de novedad.

(Él) Se remite a estructuras
ya pensadas en tiempos pretéritos.

Solo ha cambiado el lugar de ejecución
de las más míseras controversias del amor,
de la información de las circunstancias,
de la imaginación en su germinación constante.

Las cuencas de los ojos
y su mirada apabullada
no representan el criterio normal.

Puedo evocar a princesas enredadas,
a una escritura en un espejo (Ídem),
a mentes destrozadas,
a dioses que son idolatrados en una pared,
pero sigo empujando y el río no ha llenado su cauce
y tu impertinencia derriba todos los caminos posibles.

En las súplicas, la sinceridad
y la noche no han servido de escudo para justificar el presente.

*No quiero pecar nuevamente en decir: “Busco espejos que no me reflejan”.

Horacio Olivera.

Figurita difícil.

Se sentó en la mesa del café Sir George, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Escuché la bocina del camión de la mudanza, mientras toda la casa era un gran desorden. Sólo me quedaba embalar la última caja con objetos innecesarios, esos que uno siempre atesora. No sé porqué lo hice, pero había escondido la caja debajo de mi cama, supongo que por si algún visitante inoportuno encontraba mis reliquias teniendo que soportar su burla comprensible. El timbre sonó y me apresuré a sellar la caja porque no quería que los empleados vieran mis intimidades, y por casualidad observé mi mejor recuerdo: el álbum de figuritas de fútbol.
Ahí estaban los héroes de mi niñez que tan bien defendieron sus gloriosas camisetas. ¡Qué jóvenes que eran! Hoy, hombres exitosos y portadores de las mejores reminiscencias para los niños de mi generación. Ellos me divirtieron con sus rostros y yo sé que tuve la mejor selección de figuritas. Lo iba a guardar ya que el timbre insistía, y me acordé del Gringo Frezzoti, mi verdadero ídolo, el mejor jugador que vi en una cancha de fútbol. Di vuelta las hojas ya amarillentas, y recordé el número 84. Un círculo blanco me mostró que el álbum no estaba completo, faltaba la figurita del Gringo Frezzoti.
Mi nueva casa no logró que me olvidara de lo sucedido y con el álbum en la mano me transporté al pasado; era inconmensurable la alegría que sentía los sábados por la tarde porque jugaba el campeón. Desde temprano recortaba todo lo que estuviera a mi alcance y preparaba una bolsa inmensa llena de papelitos. Mi madre no me soportaba, yo le preguntaba cada cinco minutos cuándo llegaría mi padre. El viejo regresaba de trabajar y luego de su almuerzo, me llevaba al estadio del Deportivo. Me aferraba a su mano y disfrutaba ver a la hinchada alentando al equipo: cómo sujetaban sus banderas y trapos y el sonido estridente de los bombos. Siempre íbamos al mismo lugar: el paraabalanchas detrás del arco. Yo sabía que si el Gringo metía un gol, siempre corría a festejarlo al sector donde estábamos nosotros. ¡Cómo lo quería la hinchada! Creo que mi admiración por él, era porque también era un buen tipo. Cuando terminaba el partido lo saludaban todos los rivales y los árbitros, lo aplaudía el público visitante y con gran caballerosidad saludaba a la tribuna femenina que gritaba por el número diez, porque el Gringo tenía su pinta también. Cuando coreaban su nombre, el viejo me subía a sus hombros y el Gringo saludaba sin emocionarse.
Nosotros éramos los últimos en irnos de la cancha y a mi me gustaba disfrutar del silencio después de tanta algarabía. Casi siempre veíamos al Gringo que entraba al césped a recibir a tres hombre más. Papá me contó que eran jugadores de primera y los mejores amigos del Gringo, y que después del partido, preparaban detrás del arco un asado.
Yo por aquella época, había empezado a llenar mi álbum de figuritas, tuve suerte y en poco tiempo casi lo completé. Un sábado me di cuenta que sus tres amigos figuraban en mi álbum y ese día al Gringo lo expulsaron por primera vez. Las figuritas que me faltaban las gané en el colegio; sólo me restaba la de mi ídolo. Nunca busqué tanto algo en mi vida como a esa figurita. Ningún amigo la tenía, hasta le hice mandar una carta a mi madre, a la editorial que publicó el álbum: ella la compraría, pero nunca nos respondieron. De manera incomprensible el Gringo cada día jugaba peor.
Fui creciendo, me interesaban más las piernas de mis compañeras que las figuritas, y me olvidé del asunto. El Gringo seguía jugando mal y cada dos por tres lo sacaban, relegándolo al banco de suplentes.
Un tiempo después se lesionó y no volví a saber de él. Algunos decían que lo habían vendido a Colombia o que un rey de Arabia Saudita quería comprar su pase. Nunca más leí una noticia sobre él, no lo mencionaban en ningún medio…
Dejé caer el álbum y llamé a un amigo que trabajaba en un diario por si acaso tenía noticias sobre la vida del Gringo; pero él no sabía nada. Fui al estadio y le pregunté hasta al último empleado del club. Resignado me estaba yendo, cuando un hombre mayor que miraba a la primera entrenar, me llamó. Me impresionó su inmensa joroba. Me dijo que me escuchó hablar y que él sabía del Gringo. Dijo que vivía en Moreno y que no era difícil encontrarlo, sólo me aconsejó que no lo llamara por su apodo, sino por su nombre; no le pregunté la razón. El anciano se rió entre dientes y con malicia.
Me subí al tren en busca del Gringo. En un sobre llevaba el álbum, quería hacerle sentir el orgullo que me daba hacer todo esto por él.
Luego de preguntar, llegué a un lugar casi despoblado y encontré una casa de chapa que me dijeron, era la suya. Vi un hombre canoso, enjuto, sentado en una piedra; tomaba mate y le tiraba pan a un perro tan flaco como él. Me costaba asimilar que ese fuera el Gringo, pero lo llamé por su nombre como me dijo aquel hombre:
- Hola Rubén.
El Gringo tiró el mate, se levantó, entró a su casa y salió con una honda y una bolsa de piedras. Comenzó a tirarme con todo y yo tuve que agacharme porque casi me mata. Encima, el perro me arrinconó contra un árbol, y si en ese momento no grito:
- Pará Gringo, pará Gringo…
Soltó su arma y llamó a su perro. Yo me abracé al árbol y vi como se acercaba. Cuando lo tenía a un metro se empezó a reír.
- ¿De qué se ríe?, casi me mata –Le dije balbuceando.
- ¿Sabés pibe cuánto hace que no me llaman por mi apodo?
Me ayudó a levantarme y me invitó a tomar unos mates a su casa. El perro ahora me lamía las piernas. Nos estudiamos un poco, y mientras calentaba la pava miré su humilde casa, pensé en lo viejo que estaba y me pregunté por qué vivía así.
- ¿Amargo pibe?
- Da igual Gringo – le contesté
Otra vez sonrió. Vi todos los trofeos, revistas y pósters en los cuales lucía joven y celebrando los mejores goles.
Me convidó el primer mate y me dijo:
- Cuántos recuerdos pibe, no sabés lo que es estar sólo.
Pareció bajar la guardia y se desplomó en una banqueta. Yo no sabía qué decir, acomodaba el sobre donde guardaba el álbum, y él seguía mis movimientos con atención. Cuando le iba a decir lo del álbum me dijo:
- Disculpá pibe, pensé que eras uno de los prestamistas que me la tienen jurada. Le debo plata a todo el mundo y me imaginé que me venías cobrar; no tengo un mango, mirá como vivo. Todos se olvidaron de mi.
- No Gringo, yo te veía de chico en la cancha, siempre me acordaba de vos y mirá lo que te traje…
El Gringo se levantó y me empezó a mostrar sus fotos, sus notas, todo. Yo enmudecí ante la gloria pasada del hombre que hizo feliz a tanta gente.
- Mirá, hasta en figuritas salía. Qué casualidad, en este paquete de cuatro estoy yo con mis tres mejores amigos. ¿No es increíble? Mirá la facha que teníamos… ¡Sabés como jugaban estos! Disculpame, me decías que me trajiste qué cosa…
Yo me paralicé y no dije nada, ahí estaba la figurita que me faltaba. Me dio vergüenza preguntarle porqué la tenía él, contarle que esa simple imagen era una frustración en mi niñez. Entonces cambié de conversación.
- Un hombre que estaba en el estadio me dijo como encontrarte.
- ¿No será un jorobado no? , mirá que le debo guita.
Me puse colorado y el Gringo empezó a reír, se dio cuenta y me pidió disculpas.
- No pasa nada pibe, no te preocupes, le salió mal al viejo.
En un segundo se fue al baño. Arriba de la mesa estaba la figurita y nada me lo impedía. No respiré y con velocidad la tomé y la escondí en el bolsillo del pantalón.
El Gringo no se dio cuenta y hablamos una hora más. Lo noté triste y me contó de su mala suerte en el fútbol. Sus múltiples lesiones, la frustración de su pase a Colombia y Arabia Saudita; hasta que finalmente se dedicó al juego y a las mujeres. Se retiró en la temporada del nacional 84. Sin embargo, lo que más lamentaba era haber perdido a sus amigos, los asados después del partido. Ahora los miraba dirigiendo a sus equipos por la televisión y soñaba con el día en que se acordaran de él.
Nos saludamos y antes de irme me llamó:
- Pará pibe , pará , tomá …
- No Gringo, no…
- No pibe, ¿sabes cuánto hace que nadie se acordaba de mí? , llévala, con ésta jugué mi último partido.
Ya era casi de noche. Con el álbum y la remera en mi poder me di vuelta por última vez, a lo lejos la luna enfocaba su figura que me saludaba junto a su perro.
Al llegar a mi casa, saqué la figurita del Gringo y busqué algo para pegarla. En ese momento me sentí niño y hombre a la vez.
Por la mañana me despertó el teléfono. Al principio lo ignoré, pero era tal la insistencia que tuve que atender. Era mi amigo, el que trabajaba en el periódico.
- Che qué casualidad, te acordás que el otro día me preguntaste por un tal Gringo no sé cuanto, bueno hoy salió en el diario, le dieron la dirección técnica del Deportivo. Hola, hola, hola ¿estás ahí?…
Todos los diarios deportivos y la televisión anunciaban la vuelta del olvidado Gringo Frezzoti. Tomé el maldito y misterioso álbum, y comencé a reír como loco. Ahora estaba completo, todas las estrellas posaban juntas.
El sábado fui a la cancha con mi bolsa de papelitos. Me acomodé en el viejo paraabalanchas. Cuando detrás del equipo salió el Gringo, todos gritamos su nombre, esta vez no pudo contener sus lágrimas. El equipo ganó 4 a 0. Me quedé como siempre hasta el final. Cuando me iba, vi salir al Gringo al campo de juego. Se tomó la cintura y miraba para todos lados. Me reconoció y me saludó levantando su mano, yo llevaba puesta la camiseta que me regaló. Del túnel aparecieron tres hombres, ahora más avejentados. Se abrazaron por un buen tiempo y se marcharon: un gran asado los esperaba.

Sir George.

La hormiguita violeta decide irse de la ciudad.

Se sentó en la mesa del café Arturo, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Exhausta de amor a hormiguita violeta. Piensa en lo que va a venir. No en el futuro, sino en lo que esta por llegar. Se da cuenta que tiene que estar en movimiento continuo para no olvidarse ni un día quien es y de donde viene. Para no olvidarse ni un segundo que nació para recorrer los caminos. Sin frenar en la frontera, ni en el continente, ni en el mar. Ni el conjuro de los brujos, la detienen.
La hormiguita violeta se aburre de la cuidad, por que en ella no hay por que vivir. La vida no vale, en la ciudad. Seres perdidos en su esencia, sin códigos, perdidos en la noche eterna. Tu tiempo es un momento, que no aprovechas. Tus ojos tienen el color gris del asfalto. La gente sufre por la calle. Hambre, dinero y otros extraños placeres.
Entonces decide marcharse al campo para tener aventuras. Para hacerse amigo de la tierra, para aprender de las plantas, para ver rumbear un arroyo celeste.
La hormiguita tiene el corazón roto, por varias razones. La primera es que confió en un grupo de hormiguitas psicodelicas. Que no lo supieron entender cuando su pecho se rompió en mil pedazos. Cuando todo tembló en su amanecer sin sol. Cuando se sintió mas solo que borracho en un la barra de un bar a las cinco am de la mañana.
Lo dejaron ir hacia ningún lado. No se animaron a tomar su mano para ayudarla a levantarse del suelo mojado y sucio.
Le duele ser abandonada. Creyó en conformar un grupo para afrontar el mundo con el mentón bien alto. Ella ahora los critica por que en verdad sufre la falta de su apoyo personal.
Pareciera que el camino de la hormiguita se hace duro. No tiene dinero, que quizas nunca lo tuvo. Pero ve lagrimas en sus ojitos, que no se sacan y marcan su cara triste.
Y decidió irse del hormiguero, sin ser consciente quizás. Decidió caminos que no eligió.
Pero también entiende a los que no la comprenden. A los que no coinciden en su momento y en su lugar. Por que elije respetar a todos los seres. Por que siempre aprende de todo lo que la rodea. Aunque le lleve tiempo. Por que a ella le gusta entenderse con todo y todos. No como un insecto idiota. Sino como un ser que abre las pupilas del corazón.
Y es ahora momento de partir, para dejar atrás el pasado.
Lo único que lo retiene en la cuidad es la mariposa naranja y negra. Sus besos, su color, sus ojos, su espalda, sus alas, sus antenas. La mariposa es su paz, su calma, su agua que baja fresca de la montaña. Ojala ella pueda seguir a la hormiguita que tanto necesita de sus almas unidas. Es la leña que arde en su hoguera. Cuando están juntos, se vuelven uno mas uno. Sus labios se pegan, y brota la madre selva en todo el mundo. Por que cada besito que se dan, germina una planta de flores hermosas y revolucionarias en algún rincón del planeta.
Su amor es genial, por eso la hormiguita piensa todo el tiempo en su enamorada mariposa naranja y negra. Como si hubieran nacido el uno para el otro.
La hormiga nunca habla desde su dolor, sino desde su aprendizaje. Por que ella nunca deja nada al azar, aunque arriesgue todo, aunque se congele la sangre que fluye en su cuerpo.
Lagrimas caen desde sus ojos perdidos, abrazó la leña prendida fuego. Y se quemó.
Ahora quiere darle ritmo a sus seis patas. Para ejercitar el camino, que siempre esta dispuesto a brindarte un gilgerito amarillo cantando, revoloteando por los alambrados. Que te ilumina la tarde. Que se vuelve optimista. Que te muestra el sendero a sierra maestra. Primera gran victoria del ejercito revolucionario de Ernesto Guevara. Soldado medico argentino, que arriesgo su vida por amor a la vida. Todo para no ver nunca mas, desigualdades en el mundo.
Si viera el ahora nuestra obsesión por no pelear por casi nada que diría?
Nuestros valores se venden en un negocio a todo por dos pesos. Y casi nada de generosidad, compartimos en la vida. Como si fuera algo inútil, como si fuera algo sin sentido, como si no existiera en nuestro mundo la verdad.
¿Se preguntara la hormiguita violeta por que no existe la verdad?.

Arturo.

Ellos, yo y El.

Se sentó en la mesa del café R. Benedetti, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Dicen que tienes que salir de tu lugar
Digo que es relativo a tu posición
Dicen que es como yo digo
Digo que es como Dios dice.

Dicen lo que debo ver
Miro lo que debo decir
Digo lo que quiero ver
Miro que Dios me vio.

Dicen lo que sucede
Sucede lo que cuentan
Otros dicen lo que sucedió
Y no sucede nada.

Existe lo que buscan
buscando lo inexistente
irracional paradoja
bajo la llave de la razón.

Muy lejos frente mio
veo paz
muy cerca detrás mio
veo muerte.

R. Benedetti.

Sinuoso camino.

Se sentó en la mesa del café El Hombre Lobo, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:




Su marcha comenzó, sabe que no tendrá todas las respuestas, pero hay algunas que las necesita mas que nadie... Necesita entender para seguir... Marche tranquilo, su armadura lo acompañara en este viaje, intentara no abandonarlo, cuidara de usted... Es un camino largo, confuso, plagado de sombras que lo asecharan, secretos que lo rodearan, palabras y frases que lo golpearan, intentando destruirlo... Y solo con el fin, de que su cabeza lo vuelva loco, y termine con todo... Pero a pesar de todo, el ah salido a ese camino... Con la companìa de su fiel corcel, quien no le teme a la muerte, quien esta dispuesto a morir junto a su jinete... Ahí van ellos... El camino comienza a mostrar sus primeras armas de defensa... El apresurarse quizá empeore las cosas, ambos prefieren seguir a paso firme... La cabeza de el, comienza a marearse, frases, palabras, cosas, lo molestan, lo estan destruyendo, su armadura inerte solo puede observar, su corcel, prosigue el paso para sacar a su compañero de ese trance... Cada vez es peor, el animal, decide avanzar velozmente, su jinete esta cada vez peor... Cerca de las montañas, todo parece mejorar, un buen clima, aire fresco, logran reponer al caballero. Durante todo el ascenso el decide, hacerlo a pie junto a su compañero, ya hizo mucho esfuerzo por el... Ya pasaron bosque, montañas, y ahora están adentrándose en una gran llanura que no pareciera tener fin... A cada paso solo encuentran restos de cadáveres, de animales y personas... Pareciera que lo peor esta por comenzar... Poco a poco, se oyen ruidos, voces, resulta confuso distinguirlas, ambos las escuchan, y se están desorientando... Pareciera que vienen desde los pastizales, el desenvaina su espada. Aunque eso puede jugarle en contra... Siguen avanzando a un paso moderado, estando alertas, y siendo cautelosos del camino elegido... A cada paso que se avanza, todo empeora, todo... Hasta ese momento, ese momento exacto, esas voces que no eran extremadamente conocidas, se reconocen, se logra saber de quien son, tantas cosas que escuchamos sin darnos cuentas, tantas que sabíamos y olvidamos, ahora vuelven... Intenta de no escucharlas pero se hace difícil, un golpe en la panza del caballo, este sabe que tiene que hacer, es hora de salir de ahí... Desesperado comienza a correr a toda velocidad, dejando detrás de el una espesa nube de humo... Una calma reina ahora, pero se adentraron en el ojo del huracán, la calma dura nada, las voces vuelven a atormentar, y ahora no solo son voces sino que son personas, personas reconocibles, son aquellos dueños de las voces, ambos se alteran, no puede ser lo que esta ocurriendo... El caballero atónito no puede reaccionar, no esta en condiciones, y otra vez, sale esquivando esas personas molestas, embistiendo a quienes se interponen entre su camino, entre quienes quieren dañar a quien lo monta, a quien lo proeje... Cuando ese fiel corredor, logra mirar hacia atrás, descubre que el camino de vuelta esta bloqueado, cada vez con menos energías, y un caballero inerte sobre si solo queda seguir... Despierta, reducen la marcha a un paso lento, es como si estuvieran a una distancia prudente de quienes los asechan... Paso a paso las cosas cambian de una manera inexplicable, de pronto, la salida, esta a la vista, a unos cuantos kilómetros, pero cerca al fin... Comienzan con su andar nuevamente pero cuando están cerca de la salida, empeora todo dràsticamente, las visiones los dominan a ambos... Ahora queda tan solo nada por hacer... Las voces, de aquellas personas ahora tienen un mundo donde introducir a estos aventureros y confundirlos, ahora pueden sentir todo, no saben que hacer... Correr solo empeora las cosas, estar presente también... Sienten los golpes, sus armaduras ineficaces, impiden el dolor... Un golpe lo lanza de su caballo, lo rodean, su caballo es rodeado y reducido, ambos son tumbados juntos. El, con su espada en mano ataca... Esa afilada hoja de acero que tanto tiempo los acompaño, hoy los mato, hoy murieron como dos amantes... Mueren juntos, hombre y bestia buscando entender su mundo... El camino hacia las respuestas los aniquilo... Ambos murieron buscando aprender del pasado lo que les permitiera continuar... Ese siniestro camino se encargo de su aniquilación, murieron buscando las respuestas, esas que nunca encontraron, por esas cosas que tanto lo lastimaron... El murió...

El Hombre Lobo.

MI barco... MI destino... MI vida.

Se sentó en la mesa del café Fede Guevara, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

La vida continua y yo sin saber el rumbo de mi barco,
recorriendo aguas desconocidas trato de entender el movimiento de las corrientes que me siguen empujando quien sabe donde.
Entretanto camino por la cubierta de mi destino,
el que yo elegí,
de proa a popa tratando de encontrar tierra.
Estando atento a cualquier señal,
que este mar me quiera dar.
Porque ya ni siquiera busco,
he aprendido a esperar...

El agua ya no sobra,
el alimento que se consigue sin querer
me mantiene en pie.
La estela de mi barco va desapareciendo a medida que avanzo,
y con ella mis recuerdos de cosas ya vividas,
de cosas ya pasadas, que un día fueron parte de mi rumbo
hasta llegar aquí,
donde estoy,
en mi barco,
donde siempre estuve,
donde siempre estaré.
Es lo único en mi que no ha cambiado.

Bravo y resistente en las tormentas,
que no son pocas en estos mares.
Que siempre están,
que siempre aparecen sin saber quien esta a su paso,
no importa...
Ellas vienen.
No hay mas remedio que aceptarla,
aunque no la quiera.

Siendo un inexperto hacia alta mar desplegué las velas,
pensando que la única forma de aprenderlo era sentirlo.
Y así empezó todo y acá estoy,
todavía en mi barco,
sintiendo.

Aunque es cierto que...
Cuando el agua se calma,
puedo ver en el reflejo de mi rostro
que muchos años y tormentas han pasado,
de los cuales he aprendido todo lo que pude,
para poder enfrentarlas otra vez
si es que vuelven...
Pero jamas regresan...
Nunca son las mismas.
La intuición es a veces la única escapatoria,
a veces no hay tiempo para el planteo de estrategias,
a veces no hay tiempo...
A veces no hay nada...
Se que mañana
cuando abra los ojos otra vez,
estaré aquí en mi barco, tratando de que algo me encuentre,
sin darme cuenta que...
Estoy en mi barco
mi destino ya encontrado...

Fede Guevara.

Del arte, las hormigas y el zen.

Se sentó en la mesa del café Junnecus, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Ahora, cuando comienzo el día, miro la vieja fotocopiadora que tanto odiaba y para mis adentros le comunico que “la amo”. Instantes después el milagro se produce: Comienzo a verla con otros ojos, visualizo el éxito que ella me depara y el dinero que ha generado; le agradezco todas las veces que se trancó y me maravillo con su complicada maquinaria. Aquel aparato odioso se convierte en un elemento positivo. Prefiero trabajar con ella a pesar de tener ahora otras diez maquinas mejores y mas modernas…

Hoy, después de varios años, puedo fotocopiar cualquier cosa mientras mi mente permanece en actitud contemplativa. El proceso es simple y consta de cuatro etapas. Primero Inspiro: levanto la tapa, coloco la hoja y oprimo el botón. Segundo, retengo el aire mientras el proceso se realiza. Tercero exhalo: La nueva copia se presenta. Cuarto: en un gesto agradezco el milagro cuando ya no queda aire y mis pulmones están vacíos. El ciclo termina para comenzar de nuevo. Todo fluye dentro con una firme convicción y un correcto compromiso. El círculo se repite una y otra vez hasta completar las páginas necesarias. El proceso puede variar pero el espíritu es el mismo.
Luego de varias hojas fotocopiadas la mente queda libre y enfocada en el momento presente. Mi universo es la maquina, el original y la copia. Todo lo demás no existe. Hombre y fotocopiadora fundidos somos algo nuevo.

“El juego” consistió en inventarlo cuando parecía imposible. Comencé a jugarlo cuando era un empleado mal pago de una papelería y odiaba mi vida. Ahora “el juego” es armonizar lo que “tengo que hacer” con lo que “deseo hacer”. Se trata de escuchar al Todo que explica y compaginarlo con el Uno mismo. Sucede que somos una parte del Todo que también escucha cuando Uno se expresa. No hay separación. Se trata de intentar la tarea perfecta no por la perfección sino por la tarea. Una hormiga que sigue el juego no intenta ser un león. Una hormiga que sigue “el juego” no lamenta su condición de hormiga. Una hormiga que sigue “el juego” trata de ser la mejor hormiga del mundo. ¿El objetivo no es realista? ¿Qué importa? El objetivo es un punto cardinal hacia donde dirigirse para mantenerse en marcha, el destino es ahora porque el después no existe. El destino incluye ser una hormiga feliz involucrada con la fotocopiadora, con el lampazo o con lo que sea. Y el ego no tiene nada que ver en esto.

Actualmente hago copias de libros enteros con una destreza y una velocidad que antes no creía posibles y que sorprende a mis empleados. Ellos también son Grandes Fotocopiadores. Hace ya varios años que ni una sola copia me sale mal o se me tranca. Gano muchísimo dinero. Por ultimo “el juego” también se extiende al mostrador, a mis gestos, mi conversación, mi presencia, mi estado de animo, etc. Hay infinidad de pequeños detalles que tienen que ver con el desarrollo de la destreza en todos los niveles de mi profesión. Por eso amo mi trabajo. Mi arte. Mi manera de cambiar el mundo.

Junnecus.

Siente latir.

Se sentó en la mesa del café Camilo Grisolia, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:
Carrusel de sueños,
el viento te hace correr.
Pequeña niña,
serás mujer.

De tus tiempos quedará,
de tu vientre florecerá,
la vida que hoy darás,
esta vez.

Acurruca bien
su noble cuerpo.
Ponle el pecho
a sus sueños.

Dale lágrimas
a sus lágrimas,
el llanto entre tus brazos
quiere sonreír.

Siente su piel,
siente su latir,
siente por un instante,
vuelves a vivir.

Camilo Grisolia.

El niño y su globo.

Se sentó en la mesa del café R. Benedetti, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Vi a un niño
Con un globo
Solo un juguete
Simplemente con helio.

Se escapó de sus manos,
catastrófico para el pequeño,
cambiaron sus decisiones
por el dolor de perderlo.

En corto plazo
imagino resolver
preguntas de la vida
con mala respuesta.

Efecto dominó
bajo la influencia de
el dolor
por perder un globo.

Inconscientemente
se formo un hombre
con preguntas
mal respondidas.

Una mala respuesta
por perder un globo,
un dolor asecha
cuando amas lo incorrecto.

R. Benedetti.

¿Sobre quién quieres que escriba?

Se sentó en la mesa del café Arturo, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

¿Sobre quién quieres que escriba? Escribo por que mis dedos dibujan con letras un cuento que esta por nacer. ¿Escribir sobre usted señor lector? no le dedicaría ni un renglón... pensa... yo me siento a escribir renglones que después serán paginas, paginas que después serán libros, libros que formaran parte de una biblioteca... ¿te caben las bibliotecas? a mi no me cabe estar en una biblioteca, me siento bien al aire libre sentado, en algún parque, me cabe flotar por el aire, me cabe ser pez en un cielo colmado de estrellas, me cabe sentirme una golondrinas llegando en primavera después de tan largo viaje. Me cabe no tener que esperar el ascenso a fin de año. Me cabe tomar una birra en parque centenario.
No intento buscar una idea fantástica, no intento descubrir cadenas con candados de ciegos cerrojos, escribiendo... intento... ¿digamos que intento? ser, un... ser. Creo que con pocas palabras se define un criterio y con miles de defectos, uno camina por la vida.
Así que no intentes que yo escriba sobre vos, ni siquiera lo pienses, por que solo escribo en un descuido, un descuido que nace del olvido, que nace en un sonido y recorre mis sentidos, digamos que siento un nudo en la garganta, que me provoca arcadas, y vomito mis palabras en una hoja cansada, que hace tiempo me espera sentada en el camino. Mientras el agua corre detrás de los peces de colores, yo unto el papel de seres y signos, desarmando el castigo que merezco en pan y vino. Pan y vino que vomito a destiempo, sin hora, sin manija, siquiera soy sangre de un mendigo, mientras escribo sentado o parado o perdido.
Escribir es el arte de estar al pedo, y bancársela. De no buscar una actividad aparentemente interesante. Ni siquiera escribo para enamorar una mujer. Escribo por que se me canta el orto, en fa sostenido. Y siento un extraño placer, generando una ficción en la cabeza de los lectores.
Si este cuento llego a tus ojos, es gracias a la falta de una actividad mas, o digamos menos, o mejor todavía seria aclarar que... nada. En la vida no hay que aclarar, hay que hacer. Equivocarse, enmendar el error. Para volver a intentarlo.
Si seguís leyendo este cuento es por que necesitas, de mis palabras. Que solo son sinceras a lo que suceden puertas adentro de mi cuerpo.
No soy enorme, pero peleo contra cualquiera. Soy artesano de mis momentos, que uno a uno se acomoda en mi presente.
En cualquier instante llega la brisa, y seguro que paso volando por delante de la luna llena.
En dirección al océano, y después... ¿quien sabe?... Por que la vida es así, una caja de sorpresas, que nunca ahí que subestimas. Por que la suerte llega en cualquier momento, llega en forma de viento. Y te saca a volar, como el cóndor en la montaña, que pasea por el inmenso cielo celeste. Un cielo que tiene el color del océano.
Y si no te gusta, o no es de tu talle, o el color no te convine, problema tuyo.
Yo voy por mi camino, expresando con golpes, que luego son letras, que llegan a tu mente.
Por que no me quedo tirado en un sillón, por que no dejo que nadie me maneje.
Soy un genio en disfrutar lo que se presente, soy un oportunista bien preparado para aprovechar los segundos. Te corro una carrera de doscientos metros y te puedo dar cien metros de ventaja. Por que seguro que en el camino me encuentro un amigo que me va a regalar una charla. Que es mucho más importante que competir contra cualquiera. Y te dejo corriendo solo.
No necesito medallas, ni diplomas, ni fotos, para decir que soy, o para que me crean, o para ser importante. Tampoco necesito un cuento para salir de pobre.
Estoy bien siendo como soy, dinero nunca tuve, por que yo soy lo que muestran tus ojos. Simple y sencillo, ando por los caminos de la vida. Sin auto ni moto, en bicicleta. Sin mostrar demasiado lo que tengo adentro. Ando a los tumbos. Aunque mi corazón va por una autopista a tu puerta. Y mis manos son muy virtuosas a la hora de tocarte. Me miras como si no supieras quien soy y quien fui.
Soy un ser extraño, iluminado, un poco loco, desafiante, y por sobre todas las cosas tengo dos alas enormes, que me llevan hasta el cielo. Y ya no quiero bajar, quiero planear en una nube ¿cual será mi próxima aventura? A que nido iré a molestar, ahora que ando huérfano. Por que no hay que detenerse más de lo debido, en cuestiones del amor. La vida es una sola, y lo de sola te hace muy bien por lo visto. Así que estoy en cornisa con mis alas listas, esperando que sople el viento. Una brisa fresca, a la que voy a cabalgar por décima vez. Esto de volver a empezar es cuestión de actitud. No hay sueños imposibles, no hay desgracias que duren mil años. Los trenes pasan a cada rato en la estación.

Pos data: este cuento esta dedicado a la memoria de todas las personas que engañan y se engañan preocupándose por hablar de cómo deberían ser los demás (“Cobardes”).

Arturo.

Luisa.

Se sentó en la mesa del café Junnecus, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

—Escribí lo que me pidió. Lo traje lo tengo acá ¿Quiere leerlo? ¿No quiere? ¿Cómo me estoy sintiendo? No se... Ahora muy b… ¿Ahora? Yo que se…. ¿Con respecto a Luisa? No se… ¿Arrepentido? Ya pasaron doce años…Es mucho tiempo ¿No doctor?…Luisa siempre se burlaba de los compañeros “becados” y todo eso. Igual estuve mal. Pero era viva, se cuidaba muy bien de no portarse mal adelante de los sacerdotes y de las personas. Igual yo se que estuve mal. Por eso la querían… ¿Esta grabando? No si, si… Si. Estoy arrepentido. Me doy cuenta.Pero en serio; si quiere le leo lo que escribí. ¿Se lo puedo leer? Se lo leo. Ahí va:

“Cuando llegaba al colegio en el elegante coche de su papá, el blanco implacable de su tunica perfecta desplazaba a todas las demás túnicas hacia los tonos de gris. Su pelo, estirado a más no poder terminaba en una agraciada pelotita sobre su cabeza. El mensaje de su peinado era claro”

—No quiero pegarme tus piojos decía. Jeje…Bien. Sigo leyendo:

“En general, su belleza era horrible. Luisa solía abusar de los perfumitos, los collares, las pulseras y todo lo caro e inútil que una niña idiota de clase alta pudiera desear. Su actitud era la de una perrita consentida que repetía las mismas gracias una y otra vez esperando orgullosa su recompensa. El elogio, la buena nota y el pabellón nacional eran los indignos huesos de cada día.
A los maestros les gustaba refregarnos las notas de Luisa a fin de mes y nos la ponían de ejemplo en cuanto podían. Por supuesto, la odiábamos. A ella parecía no importarle mucho porque era mejor que todos nosotros. ¿La verdadera razón del éxito de Luisa en el colegio? Sus padres eran ricos, los curas ambiciosos y los profesores pobres”

“Nos quedamos solos en el aula durante aquel recreo. Ella decía algo y yo no la escuchaba. Sus ojos grises de zorro me miraban. Sonreía…De repente me di cuenta del profundo asco que Luisa me provocaba. Simplemente no aguanté más. Pensé que semejante ser no tenía derecho a ocupar un espacio en el mundo de los buenos y la maté. Finalmente, es gracias al doctor Cavalcanti que logre avanzar dentro de mi conciencia y encontrar la respuesta: Fue un error matarla y estoy arrepentido. Ahora me doy cuenta que al hacerlo la convertí en santa cuando en realidad era una mala persona.”
-Listo, terminó. ¿Qué le pareció doctor?...

Junnecus.

Ser humano.

Se sentó en la mesa del café Lola Sabin, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Estaba pensando en ese 19 de Septiembre, recuerdo que me encontré tremendamente enojada con la vida.
En un punto entendí que las personas mienten, agravian, envidian, lastiman, son indiferentes y para colmo de todo eso, como si no fuera suficiente, yo soy una persona, cosa que me enfurecía aún más.
Protegemos con todas nuestras fuerzas nuestro hogar, pero no somos capaces de cuidar el hogar de nuestro hogar.
Somos los mejores seres entre los seres vivos, los preferidos de Dios. ¿Necesito decir algo más?. Cuanta soberbia, prepotencia; somos inquilinos que se creen dueños desconociendo los derechos de sus vecinos.

Ya no cabía dentro de mí, entonces quise refugiarme en la naturaleza, dicen es sabia. Necesitaba algo que no fuera tan destructivo, que me permitiera olvidar, aunque sea un ratito, de donde venía y hacía donde íbamos.

Me relaje con la brisa fresca, que desinteresadamente, me regalaba un árbol bajo su copa; los animales no hacían ruidos sino que hablaban entre ellos, se comunicaban, aunque yo no los comprendiera, lo hacían a su manera, con sus propias reglas.

Cómo olvidar aquel momento ¡Si!, qué sensación rara se apoderó de mí, escuché la melodía más hermosa y envolvente. Algo mágico que me hacía sentir como hacía mucho tiempo que no me sentía.
Por un momento cerré los ojos, tome aire, y los abrí creyendo que San Pedro estaría para recibirme ...
No. Nada de eso mis suelas aún tenían barro y pisaban hojas secas. Era tan hermosa que olvidando que los despreciaba, me dejé llevar por mis instintos, a pesar de todo seguía siendo humana y la curiosidad es parte importante de nosotros.
Así que me aventure, caminé entre algunos arbustos, recuerdo que había muchas ramas secas que al pasar me provocaban comezón, pero como nunca antes, lo sentía dulce.

¡Qué sorpresa cuando llegué!. No podía creer lo que mis ojos me decían.
Como un acto reflejo, los cerré y los volví a abrir, miré a mi alrededor por si era algún tipo de engaño. Pero no, era verdad.
Todo mi mundo empezó nuevamente a tambalear, se me dificultaba respirar, no comprendía, ¿Como podía ser verdad?, si los humanos somos destructivos, malos, sedientos de poder, de competir ... Cómo una simple persona podía crear un sonido tan maravilloso teniendo como único instrumento ... su voz.

Muchas veces nos sentimos tentados de creer que somos los peores, que no valemos nada, que no nos merecemos lo que tenemos, y muchas veces demostramos que es verdad.
Pero no tenemos que olvidar, que también podemos ser asombrosos, creer, crear, soñar, ayudar, comprender, amar, sufrir, sentir dolor, y aún así seguir amando.

Lola Sabin.

Eso.

Se sentó en la mesa del café El Hombre Lobo, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Y por momentos todo comienza a resultarle confuso, por momentos no sabe que hacer, ya se canso de despedirse...
Y ese dolor vuelve otra vez, lo va a agobiar una vez mas.. Y lo lastima, lo mata cada dia mas...
Cree que nunca va a terminar, busca respuestas y no las consigue... Quiere gritar, pero teme...
Y lo necesita, necesita estallar, pero no quiere que se aleje, como ya hicieron tantos, quienes no debian hacerlo... Y eso es lo que lo atemoriza...
¿Pero que hacer? Se lo pregunta una y otra vez, busca la manera de hacerle entender al mundo... Solo busca la manera de arreglar las cosas. Pero su mundo es distinto al de los demas, y no sabe como actuar correctamente, y solo ve un camino...

Pobre ser, con tanto que no pidio, y con nada de lo que necesito...
Hoy se siente solo, y quienes están en ocasiones lo lastiman, solo quiere que quien este aprenda, que cosas lo lastiman...
Pero en fin de cuentas no es nadie no existe, o no lo debería por lo menos, entonces se consuela en que nadie va a aprender ni tiene porque hacerlo... En que solo existe por el momento, que es un monstruo de transición... el va a morir...
Le molesta saber lo que es, le molesta estar enojado, le molesta en ocasiones ser lo que es, pero no lo puede cambiar, la noche inevitablemente va a llegar... Y todo va a comenzar nuevamente... El dolor lo va a dominar nuevamente... Sus mejillas van a recibir las lagrimas de sus ojos, y nada hay por hacer... Porque las dudas lo rodean, porque le teme a hablar, porque solo espera cumplir y morir... Porque tiene la esperanza de que lo entiendan... Porque espera que todo cambie... Porque espera con ansias el dia en que le digan las cosas, el dia en el que se pueda enterar de quien es...

Mientras tanto no tiene nada que hacer señor, solo aguarde la noche, y encierrese , porque ella viene a toda velocidad, y a condenarlo a llegado...
Bienvenido extraño ser, mitad hombre mitad lobo, ágil, feroz, despiadado, maníaco... Espere encontrar por su cura, algún día...
Esa noche tiene que llegar, esa anhelada noche en la que todo se aclare, esa noche que decida su camino, esa noche en la que se juega la verdad...
Pero por ahora solo se golpea encerrado en esa asfixiante habitación, golpeándose contra todos los muros que lo encarcelan... No desea mas eso, no desea mas sentirse asi... Esta desesperado, esta noche se solto, y nadie sabe de el... En el bosque los animales están calmos, por lo que no debe de estar ahi.. El pueblo esta tranquilo y no hay gritos al viento... Los cóndor no han salido volando de las montañas... Es extraño, nunca logro escapar de su "prisión", la lluvia no para, y hace imposible salir a la playa... Allí debe de estar, le gusta la tranquilidad, el reflejo del cielo en el mar lo debe de tranquilizar...

Ahí esta, tendido en la arena, algo huele mal, no puedo oír su ruda respiración, no siento su mirada amenazante...
La sangre aun se derrama de su cabeza... El arma aun esta tibia...
Y allí aparece ella, frente al occiso... Y el dolor se hace aun mas fuerte en ese instante... Lo arruino definitivamente... Grita, aun sin fuerzas grita como nunca... y se levanta exaltado...

Tranquilo monstruo, tan solo fue un sueño, un hermoso sueño, tan solo pudo ser lo que pasara, la única certeza es que aun no sucedió... Y ahora le teme mas a eso... Y ahora necesita que lo ayuden...
Me recuesto aun sin saber debatiendo si esta sera la noche, y por si acaso, quien me ejecute descansa a mi lado...

El Hombre Lobo.

Sintiendo corazón campo de guerra.

Se sentó en la mesa del café R. Benedetti, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Me suelo sentir
como un ignorante ilusorio,
cuestionador,
de mala puntería.

Con un circulo,
creo que me rodea,
circulo cerrado
que pareciera encerrarme.

Como un loco
que a los gritos
lo dice en forma
de susurro.

Animándose a creer
que lo que tiene que vivir
vivirá
y viceversa.

R. Benedetti.

Atajo.

Se sentó en la mesa del café Santiago, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Cierro la persiana mágica y quiero encontrarte ahí adentro, cierro la persiana y todo se vuelve oscuro por un tiempo, para luego empezar a sentir colores, caras, aromas, sabores, recuerdos, odios, rencores, ilusiones, aventuras, pasiones, letras y letras de libros sentidos que se transforman en magia detrás de la persiana, y gracias al sol, también encuentro amores.

Pero cerrar la persiana mágica es irme a dormir sin vos… y yo me pregunto, cuando te abrace, cuando te bese, cuando te tenga bien cerca mío, mucho más cerca que este brutal desafío de amarte sin verte… que nos deparan las siestas abrazados? Cuan tranquilo voy a estar cuando te sienta al lado mío? cuantas historias vamos a desayunarnos entre besos y caricias cuando sepamos que al despertar nos espera un remolino?.

Ansiedad de amor es una buena forma de reemplazar tu ausencia y de eliminar el dolor que me da hoy no tenerte. Pero no desespero más, sé que algún día te voy a encontrar, es que confío en mi suerte. Mucho más que extrañarte, y eso que es mucho lo que te extraño, yo deseo con cada parte de mi vida encontrarte, y sé que lo voy a hacer, aunque sea cerrando la persiana mágica y llenándonos de besos arriba de un avioncito de papel, un papel que nos describe como amantes eternos, sin tiempo, sin distancias ni nada que impida nuestro encuentro, en sueños o en tierra firme, volando o cicatrizando las alas, pero juntos, siempre luchando, festejando que nuestra unión excede todo límite.

Y quizá sólo sea mirarnos a los ojos, el único atajo que nos quede atravesar, desde la soledad hasta la felicidad.
Santiago.

Relato Ficticio.

Se sentó en la mesa del café Junnecus, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Queridísimo Hombre-Tigre:

He decidido llamarte así porque esa era la forma en la que a ti te gustaba mostrarte en nuestras reuniones no físicas. Resulta que en este plano no sé tu nombre, ni tu edad, ni tu sexo, ni el idioma que hablas. Te busco:

Aquella vez, quisiste saber a ciencia cierta si los demás espíritus éramos reales o solo un producto de tu imaginación. Dicha pregunta hubiera causado gracia en cualquier otro sitio, pero no allí. Nos preguntaste acerca de nuestras identidades en “el mundo real”. Enloqueciste. Desde esa noche no te hemos vuelto a ver y estamos preocupados. Queremos ayudarte. Somos tan humanos y reales como tú y estamos tratando de contactarte en el mundo de la única forma en que se nos ocurrió hacerlo.

Nos vieron volando juntos en las afueras de Uppsala. ¿Ya te olvidaste? Esos niños probablemente todavía lo recuerdan… Los dos juntos conocimos a tu amigo de las estrellas. Todos recreamos aquel lugar maravilloso en el que aún nos reunimos.Y te extrañamos. ¿Hace falta agregar algo más?
Por ultimo, tal vez te ayude saber como he logrado preservar mi mente luego de todo lo que hemos vivido: Principalmente he decidido que no estoy loco. Al menos si nadie parece notarlo. Decidí disfrutar de mis alucinaciones, si es que lo son, y sacarles provecho. Personalmente hace años que dejé de hacer preguntas y ya no me preocupa la coherencia de nuestras “visiones” con la realidad. Llevo una vida normal, pago mis cuentas a fin de mes y tengo una vida social aceptable. Además soy el orgulloso papá de Martina y me debo a ella. Por razones que a mi me parecen obvias no podemos confesarle la verdad a nadie y no me interesa en absoluto que lo hagamos. Tú y yo sabemos que las consecuencias serian desastrosas aún si nos tomaran en serio.

Esta es tu prueba. Yo soy Kon. El mago. (Aunque en este plano físico me llamo Mauricio )

P.D.: Si has leído esto y aún piensas que estás loco, por favor pídele a alguien que te lo lea. Y comunicate pronto. Por favor no te preocupes; esto será visto como un pequeño y enigmático relato de ciencia ficción.

Junnecus.