Oscura Inteligencia.

Se sentó en la mesa del café Pepe Pipón, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:


Maniatado me siento en un universo de retrógrados, de muros conservadores y de insectos cerrados en corazas de ignorancia.
Muchos intelectuales come almas, muchos científicos de la nada.
Lleno de basura esta mi mundo, sociedades de gusanos infiltrados.
Buscadores de tesoros, cazadores de fortunas, simples especuladores de lo ajeno.
Cuanta pena que se aprecie lo correcto,
¡Que conceptos enfermizos que adopta mi sociedad!, ¡que sentidos inhumanos!,
Cuantos fracasados en una sola manzana.
Solo vemos príncipes destrozados tras mascaritas de cristal y no más…
Vive gente que no sigue sus instintos,
Embusteras instituciones opresoras.
Solo existen intelectuales sin cerebro, mil sabihondos sin saber.
Eclipsado entendimiento, como preciosas margaritas sin olor…


Pepe Pipón.

Una tercera sombra.

Se sentó en la mesa del café Horacio Oliveira, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:


Y esperaba esa imprecación hacia mí porque llegaba tarde a todos los compromisos. No había demasiada novedad en aquellas actitudes conminativas de desprecio.

Fue una nueva tarde soleada, la gente en derredor, acaso proponía atención a nuestra presencia. Creo haber percibido la existencia, de lo que podríamos llamar una tercera sombra. Pude inferir que nos proponía una especie de mediación. Constituía una tregua entre tu desdén, tu deseo de evasión, tu estructura a punto de establecerse ante la falta de oportunidad, ante tu deseo de ser la estrella más diáfana en los futuros cielos, a los cuales las noches te ofrecían.

El viento anunciaba que era tiempo de sentir nuestros cuerpos sobre la tierra despojada y vituperada por aquellas muchedumbres. El sol no nos ofrecía demasiada luminaria. El frío ya se adueñaba de una suerte de despedida sin retorno, sin cruce de palabras, sin sentencias por apelar. Aquella tercera sombra, como testigo raso de sus ignorancias y pubertades, era una mera intermediaria.

Un determinado calor, un sudor que porfiaba el frío, representaba un aliado.

Los intentos, las reiteraciones. El horizonte proponía su esplendoroso ocaso. Por cuestiones razonables a cosas de las cuales la razón era más que prudente (Aunque se hubiera podido saltar de aquel vagón  que nos transportaba hacia un solo lugar, con un solo objetivo, un solo destino, tal vez errático, tal vez acertado, con los mismos sollozos, con los mismos augurios, con los posteriores estados individuales) decidimos partir. Las calles fueron más que altruistas. Algo pretendía desde mi interior.

Nunca pudimos derribar esos muros impenetrables, jamás decidimos cortar las flores de bellos jardines ajenos, nunca rompimos espejos luego de habernos divisado los rostros en su más mísera versión. Nunca perdimos horas importantes sin interrogarnos ni entablar razones legítimas.

Ya el itinerario llegaba a su fin. La tercera sombra dejó su marca imborrable. Su sonrisa, sumada a su presencia, levantaba su vuelo. Sus ojos bondadosos y con ansias de verdad hacia su mente y corazón, me hizo comprender las conjeturas que ataban a la mía.
Un viento atroz e insurrecto se adueñó de mí en aquel paraje. Pronto habría de llegar siempre a todo aquello que abre las puertas a mi propio mundo.

He llegado. Quizás no ha sido una original réplica de encuentros pretéritos. Tal vez la infamia, la atrocidad del ejercicio de las palabras provocan un hueco más profundo en esta pared(1).




(1) Tiempos nunca olvidados, pero sí condenados ante la infinita posibilidad, acaso remota, de otorgarle otros tipos de prerrogativas a mi destino, lo cual, en prospectiva, me dejaría el margen de ser revestido con otro tipo de título o epíteto o ser atacado por otros eufemismos. Tal vez me hubiera enseñado a ser más indulgente.

\"El ejercicio de tu razón es la que me hace sentir un poco más vivo. Acaso me perdonas por la inocencia, pero en tu alma brilla una nueva oportunidad para mí.\"



Horacio Oliveira.

Solamente verte.

Se sentó en la mesa del café Thomas Jhonson, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Cada vez que veo
tus ojos,
veo en ellos el más
bello de los paisajes.

Cada vez que veo
tu sonrisa,
me siento la persona
más felíz del mundo.

Cada vez que te veo
llorar,
veo como todo se inunda
y se viene abajo.

Pero...
cada vez que te veo a ti
me entristezco,
me entristezco por saber
que nunca te tendré.

Thomas Jhonson.

Esencias al viento.


Se sentó en la mesa del café Lola Sabin, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:


Había sacado todas las cuentas, definitivamente no, no quedaban dudas: él era el indicado para ella.
Todo cerraba, como un círculo finito, de curvas simples y perfectas.

Desde hacía mucho tiempo ella lo miraba, se miraba junto a él, lo miraba junto a ella así como intentaba verse.
Infinidades de situaciones, momentos, actitudes que fueron atentamente guardadas, a veces en la retina, otras en una hoja de papel, muchas hojas, a decir verdad.

Desde hacía mucho tiempo estaba cansada, de estar, de mirarse, de mirarlo, de pensar.

Intento tantas veces apagarse, dejarse llevar sin pensar; sin escuchar esa vocecita atenta que desde adentro susurraba a gritos que no era lo que ella quería, ni lo que necesitaba … esa vocecita que enmudecida, por la sordera de hablar sin ser escuchada, comenzó a golpear las paredes del estomago, a retorcer mis órganos...
A veces creo que su preferido siempre fue el hígado, aunque dudo, porque repiquetea contra el pecho con demasiada saña.

Se había hartado de hablar en tercera persona, sintiéndose ajena. A veces volvía, a veces me iba y relataba mi vida desde la torre, con esa mirada atenta, que solo servía para mirar. Y ella eso también lo sabía, pero seguía mirando.


Cuanto más tiempo pasaban juntos, buscando descifrar si eran historias viviendo en su cabeza o si realmente esa voz existía y tenía razón, más historias en tercera persona escribía.
No era él el responsable, y puede que ella tampoco lo fuera; simplemente no era él, eso decía esa voz a la que negaba, pero sí era él, lo decía todo lo demás, ella minuciosamente había estudiado todos los detalles, y el círculo era perfecto, no había dobleces, ni puntas … ella disfrutaba el tiempo compartido, podía sentir como él estaba, como escuchaba, como comprendía, como la miraba, (mientras yo miraba un árbol, o acariciaba su pelo escapándole a la mirada directa, la que permite ver, y qué decir de cuando lo abrazaba o besaba para no mirarlo a los ojos el suficiente tiempo como para que esa voz hable desde dentro a través de ellos, para que no escuche lo que esa ajena voz tenía para decir).

A veces solía pensar que si esa voz no estuviera ella podría ser feliz, porque el tiempo juntos era invalorable, me gustaba desde el tono de su voz, hasta la forma en la que vestía. Desde su olor, hasta la forma en la que me sostenía.

Y otras, como hoy, creo que sí esa voz no estuviera, estaría condenada a la tercera persona, a mirar enajenada.

No sé, mi conclusión, a todo, siempre, es que pienso mucho.
Pero cuando no pienso, el piloto sigue en marcha, la sombra de la sombra vive y yo me acomodo en la torre de marfil.

Era la hora, algo debía hacer, escucharse la hacía sentir que sabía lo que necesitaba …

Tomando al toro por las astas se dispuso a no seguir sus pasos, tocó timbre, esperó …
Cuando al fin abrió la puerta, sintió miedo, pánico, terror, paralizada no tenía más que caminar, aunque él lo sabía, nadie había podido acallar su cara de terror.

- ¿Es la primera vez que venís?
- Si.
- ¿Estás nerviosa?
- Si.
- Tranquila, no va a pasar nada.
- Bueno.

Las palabras no salían, y ese hombre no ayudaba, su túnica negra, su cara de … no era su cara, era más bien lo que yo sabía que él hacía, pero lo que fuera definitivamente me daba pavor.
- Pasa por acá, por favor. Ponete cómoda, deja la camperita sobre esa mesa y parate derecha mirando ese punto rojo.
Después de varios minutos, como yo miraba una copa con rubíes y diamantes rojos, el cura prosiguió:
Aquel punto rojo digo, al que le estás dando la espalda.

Ni una mueca, ni una palabra, nada dije, solamente gire y me quede en el punto rojo, con la cabeza en blanco, un blanco sudoroso.

El tipo me tiro agua bendita, dijo varias palabras en latín o hebreo, o algún idioma que invento para reírse de mí. En un momento se arrodillo y tarareaba una canción de Luis Miguel … creo que el exorcismo para lo único que sirvió fue para hacerme ver que estaba desesperada, que no pensaba bien y que no era eso lo que necesitaba para mí.

Curada de espanto agarré la misma guía telefónica que me había llevado al exorcista y busque el número de un psicólogo, un psiquiatra y una adivina.
Quizá me hubieran servido, pero me avergonzaba la desesperación con la que buscaba y discaba antes de cortar.

Por lo que repase una vez más la lista y agregue algunas cosas que faltaban:

- Me atrae físicamente, es mi tipo.
- Me gusta su onda, como se viste, peina, camina, habla, sus modos y sus formas.
- Tiene rico aliento siempre.
- Es aceptado socialmente, es correcto.
- Se lava las manos después de ir al baño.
- Me escucha, me conoce, me comprende.
- Me da consejos que mayoritariamente responden al conflicto.
- Confía en mí.
- Me siento bien cuando está cerca.
- Me acompaña, me sostiene, me hace sentir bien.
- Me encantan los pocitos que tiene en los cachetes.
- Me gustan mucho sus ojos, como brillan.
- Me molesta que dependa de mí.
- Hay temas que tengo que disfrazar para hablar con él, para no sentir que hablo a una pared.
- Esos temas son parte de quién soy, de mi esencia.
- Siento que me vuelvo igual a los demás.
- Mi identidad se distorsiona, cambio lo que hace que sea yo y no otra, independientemente de si él necesita que yo lo cambie.
- Me hace sentir colérica que aguante cualquier cosa que haga, que me justifique y me siga sosteniendo.
- Me hace sentir que no se quiere, con lo que concluyo que en el fondo del fondo, no somos felices ninguno de los dos, solamente son felices los seres sin esencia, sin voz, de los dos, no solo mío.


Hizo los últimos ajustes:

- Me atrae físicamente, es mi tipo.
- Me gusta su onda, como se viste, peina, camina, habla, sus modos y sus formas.
- Tiene rico aliento siempre.
- Es aceptado socialmente, es correcto.
- Se lava las manos después de ir al baño.
- Me escucha, me conoce, me comprende.
- Me da consejos que mayoritariamente responden al conflicto.
- Confía en mí.
- Me siento bien cuando está cerca.
- Me acompaña, me sostiene, me hace sentir bien.
- Me encantan los pocitos que tiene en los cachetes.
- Me gustan mucho sus ojos, como brillan.
- Me molesta que dependa de mí.
- Hay temas que tengo que disfrazar para hablar con él, para no sentir que hablo a una pared.
- Esos temas son parte de quién soy, de mi esencia.
- Siento que me vuelvo igual a los demás.
- Mi identidad se distorsiona, cambio lo que hace que sea yo y no otra, independientemente de si él necesita que yo lo cambie.
- Me hace sentir colérica que aguante cualquier cosa que haga, que me justifique y me siga sosteniendo.
- Me hace sentir que no se quiere.

 

Y ahora sí, tomó el teléfono, tranquilamente disco su número y quedó en encontrarse para ir a pasear, hablar de los temas de la lista que la preocupaban y de cómo seguiría su historia.
FIN.

Fracaso hiperrealista y viaje eterno

Se sentó en la mesa del café Sai'ke, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

 
Y así fue que partió,
su holograma acababa de nacer
y se esparcía entre las partículas del aire.
Le prometieron eternidad,
pero lo confundió su corazón
y entendió lo efímero que puede ser vivir.

Veía como se acumulaba el egoísmo.
Aplastaron con tanto rencor
y violencia sus palabras
como si poco importara su existencia.
Fue obediente,
por ende fue traicionado.
Había anidado en una nueva ilusión...

Encontró puertas que poco le pudieron ofrecer.
Vivía despierto entre sueños,
no respondía de sus actos.
Ni siquiera veía
que todo escapaba de sus manos...
Coleccionó los cristales desperdiciados
en esos días casi de averno.
Parte de su vida se fue
y nadie se lo recordó a tiempo.
Ni siquiera un absurda gesto
disimulado entre tantas risas.

El sinónimo de la vida
no pudo encontrar en tan irregular destino.
Viajando como un frío espectro
observó un espejo nadar.
Formas angelicales le recordaron aquella noche
cuando creyó morir en sus brazos.
Entonces olvidó aquél rostro
por el cual intentó sacrificar sus alas.
Quedando entre sus ojos el mismo reflejo
de la resignación y una eterna noche gris.


Sai'ke.

Mujer de vidrio.


Se sentó en la mesa del café Pepe Pipón, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:


Yerras mujer cuando crees que tus senos valen oro y tu cerebro unos peniques.
Nunca sigas a aquella muñequita de plástico esmaltado,
que su piel y su cuerpo dorado comen cuerpos y mentes adorados.
Nunca aspires a ser un maniquí sin corazón,
nunca viva una vida sin razón.
Nunca escupa a las razones del amor.
Si supiera cuanto amor nace del barro…

Si algún día me la cruzo por la calle,
viva una vida intensa y fuerte, con mucho de saber y una pizca de glamour.
Si las cosas se dan vuelta intente de volver,
busque en el camino más difícil y la hermosa realidad a su vida acudirá. 
Pero no dude en pedirme que la lleve de la mano,
con gusto de mi mano le daré.

Pepe Pipón.

Música de fondo.

Se sentó en la mesa del café Pay, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:


Solo recuerdo pocas cosas de esa noche, un par de cigarrillos de esos que uno quiere para relajar, varios tragos de más, y la forma tenue que sonaba Joaquín con su aguarrentoza voz…


“Y morirme contigo si te matas
Y matarme contigo si te mueres
Porque el amor cuando no muere mata
Porque amores que matan nunca mueren”


Lo primero que hizo fue mirarse al espejo, al verse desnuda pensó en mis ojos y se largo a reír, y así como llegó se marchó, riendo y soñando en un quizás, desgarrando mis labios con sus besos, tratando de ocultar ese par de lagrimas que salaban su rostro, nunca entendí porque no se jugó por mi en vez de dejarme siempre con la compañía de su ausencia.-


Al poco tiempo la encontré, tan pálida y feliz como siempre, de un paso de acercó y me abofeteo diciendo “aun espero tu lo siento” y me dio un beso mortal con sus labios sabor a almendras, es imposible olvidar, no creo que pueda hacerlo jamás.-


Hablamos un momento de la nada y la invité a tomar algo, siempre le gustó el café y mi compañía, supuse que no me rechazaría y así fue, nos sentamos en el lugar de costumbre que ya no tenia nuestro recuerdo, y con miradas cómplices empezamos a recordar aquel sitio, en un momento se levantó la falda y me señaló un golpe en la pierna, aun seguía con sus misteriosos golpes que no tenían un porque, enfatizó varias veces en que nunca me perdonaría, que después de esa noche todo fue distinto y todo se terminó, que lamentaba que fuera un desvío de su vida, y que por suerte ya casi me olvidó.-


Le comenté que la extrañaba que a pesar de todo siempre le pedí perdón, que un error siempre sucede y que nada se compara con la pasión, que el tiempo nunca cura las heridas y que su adiós fue lo peor, que por mas que no quisiéramos, de una forma u otra iba a pasar, que sigo sin creer en el destino y que por mas que las cicatrices se cuenten por miles, a ella la tengo entre las más bonitas de todas, que me cansé de inventarla a mi lado e imaginarla en mis brazos para siempre.-


No hubo manera de decirnos que no, y el reloj intentó a seguir su rumbo y ya no deseaba los segundos que nos separarían para siempre, tomo su mano y no pienso dejarla ir, pero como siempre ella es quien manda, se levantó me dio un último beso y me dejó ahí sentado viéndola alejarse de mi, con sus manos, que alguna vez fueron mis manos, me saluda y puedo notar unas lagrimas en su cara pero siempre sonriendo, ella nunca deja de reír, y quedo ahí sentado escuchando a Sabina de fondo cantar



“De sobra sabes que eres la primera,
Que no miento si juro que daría
Por ti la vida entera,
Por ti la vida entera”

Pay.

El mejor de los sueños.

Se sentó en la mesa del café Thomas Jhonson, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Anoche soñé contigo,
fue uno de los momentos
más hermosos de mi vida.

En él te abrazaba,
te admiraba, te sentía,
te besaba...

¡No quería despertar jamás!

Como una hoja que se cae,
como un trozo de papel que se quema,
como la corriente de agua de un río,
todo pasó muy rápido.

La fantasía dio paso
a la realidad.
Todo se vino abajo.
Fue ahí cuando desperté.  
Thomas Jhonson.