El cordón de la vereda.

Se sentó en la mesa del café Lola Sabin, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Y caminamos
mi sonrisa y yo,
por cada metro cuadrado
de esta hermosa ciudad.

Y por cada maravilla
de la cotidiana naturalidad,
y por cada noche como esta,
miro al cordón de la vereda

recordando con nostalgia
añorando la felicidad,
de la que fui juez y parte,
a la que di la espalda
cuando me sentía la reina del lugar.

En cada metro cuadrado
de este inmenso cielo que nos cobija
hay una baldosa y un cordón
en los que aun nos sentamos

burlándonos del almanaque,
tomándole el tiempo al reloj,
disfrutando el estar vivos,
en la simpleza del verdadero amor.

Y allí estaremos por siempre.
Y en cada lugar donde sacaste lo mejor de mí,
a carcajadas, de a montones;
me hiciste brillar, ayudaste a encontrarme.
A empujones, tímidos, me hiciste* feliz.


*todavía, en cada cordón, seguís teniendo ese poder sobre mí.

Lola Sabin.

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