Se sentó en la mesa del café Cecilio Pastrami, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:
Levantó los ojos al cielo, ya clareaba. La noche atroz terminaba, el día infernal acechaba.
No hay descanso en el desierto. Una brisa, la última de la noche, lo atravesó, causándole un escalofrío de placer.
El amanecer era la mejor hora para caminar. A pesar de la media noche caminada. A pesar del desierto. Y de la arena.
Hay una relación íntima y ancestral entre la arena y el tiempo. No hace falta sino hundir un pie en la arena caliente para saberlo. A veces pienso que el tiempo está hecho de arena. O viceversa. Y nosotros en el medio, seres de arena y tiempo. Perdidos en el inmenso desierto que es nuestra vida.
Por eso el mar, por eso.
Nos fascina y nos aterra.
A media mañana sintió que algo tapaba el siempre-sol-sobre-su-ser.
Levantó la cabeza.
Nada. Con cada paso avanzaba un paso. Y retrocedía miles de eras de la tierra.
¿Será posible que ni siquiera me mueva? Llevo caminando horas, días, eones.
Ni siquiera me muevo.
Así fue mi vida. Siempre hacia delante.
Avanzando.
Evolucionando.
O retrocediendo.
Hundiéndome.
Creyendo que me muevo. Que en verdad existe el movimiento hacia algún lado. Creyendo que mi vida es un desierto cuando es un grano de arena.
A media mañana bebió el último sorbo de agua.
La sintió.
Helada (aunque no lo estuviera) bajando por su garganta. Por su pecho seco. Por su corazón ya muerto. Y en su estómago vacío.
No pasó mucho hasta que cayó la primera.
Fresca y potente.
Inconfundible: Una gota helada sobre su frente.
Levantó la cabeza por enésima vez. Pero sólo vió el cielo brillante y el sol celeste.
Ni una sola nube.
Esperamos la lluvia. El hombre vive esperando la lluvia. Pero no el hombre presa de vicios, responsabilidades y derechos.
El espíritu del hombre, el alma del hombre ama la lluvia. En un día de lluvia el alma triunfa. Esperamos la lluvia como un milagro posible. Amamos la lluvia porque es agua. Y sin saberlo la amamos. Creemos que el agua nos salvara.
Tan parte de nuestra esencia…
Pronto lloverá. Mejor me apuro si no me quiero mojar.
No es bueno caminar en el desierto si no es con convicción. Él camina sin rumbo ya.
Ya no había agua en la cantimplora y pronto llovería. El cielo cada vez estaba más claro. Más celeste e impoluto.
Se apuraba sin saber bien por qué.
Llegar antes de que se largue con todo.
Otra gota cayó sobre su hombro. Luego otra, que se deslizó por su mejilla. Otra en el revés de su mano. Y otra. Y otra y otra.
Levantó sus ojos una última vez.
Arriba, el sol le sonreía. Entonces si se largó con todo.
Y comenzó a llover.
Cecilio Pastrami.
Muy bueno!
ResponderEliminarMuy bueno.
ResponderEliminar"Creyendo que mi vida es un desierto cuando en realidad es un grano de arena"
Increíble!! soy una fiel seguidora de tus escritos, pero este creo que es el mejor, quizá por la temática y lo abierto que es, cosa que personalmente admiro mucho, y que decir del final ... sublime!!!
ResponderEliminarGracias por compartir semejante escrito!!!
bueno...gracias antes que nada por los comentarios...
ResponderEliminaren verdad, nunca me termino de convencer de este cuento, esta muy tocado y retocado y siempre me deja una sensacion de que le falta algo...no se, me alegro que haya gustado. gracias again
saludos
este si que merece la pena si ves que le fata algo capas que es xq le podes meter mucho mas el potencial lo tenes xq esta muuy bueno
ResponderEliminarfelcitaciones!!!