Fée Vetre

Se sentó en la mesa del café Donatien Alphonse, sintió el aroma, tomó un sorbo y dijo:

¡Oh amada mía!, ¿es el reflejo de tus ojos la viva reconstrucción póstuma de tu epitafio? ¿Acaso el sereno invernal se privaría de abrazar la fría roca con su manto? -reflejo de tu alma-. ¡Ah! Tus ojos impostores, una vez terratenientes ajenos al mal. Esa mirada esmeralda ahora me recuerda a una quimérica medusa -cruel-, ojos bosquesinos les llamaba yo, ese bosque donde en sus senderos mi esperanza se perdió tantas veces (cuan idiota). Tus petulantes fantasías de amor, tus eternos traumas y complejos que en la sangre de este servidor supiste inocular. ¿Alguna vez realmente deseaste redención? ¿O fue acaso tu viciosa adicción a la teatralidad y a la búsqueda de una ovación sentimental? Siempre tuviste un don, sabias germinar el dolor sin duda pero solo hasta esa instancia (afortunadamente) ya que a pesar de presumir una luciferica maldad inherente no eras mas que una delicada muñeca de porcelana -resquebrajada-. Debí creerme Frankeinstein (Dr.) para querer coser nuestras almas -experimento fallido de monstruosos resultados-. Tú y tú exuberante caminar trae a mi mente la proyección de tu sombra la que en algún momento –pienso yo- han de haber intercambiado lugares, ya que no eres mas que la sombra de una sombra de lo que solías ser. Hoy se yaces vacía aunque lo enmascares con fantasías; como un árbol caído que sin raíces no se nutre ¡como un árbol caído que sin raíces no se nutre y se pudre! Nuestro dizque romance me recuerda al ajenjo y el hachis, la Artemisa amarga y el polen, pero no advierto quien era el adicto y quien el ebrio. La verborrea romántica vomitiva que vertías en mis oídos como rutina hipócrita de tu esplín revuelve hasta el día de hoy mis vísceras. Es tu vientre el que hoy desprecio, eran tus egos las celestinas que abogaban por el placer, paupérrimo intento de mujer. ¡Pero miradme! aun eres musa para mi pluma solo que ahora mas certera y con poder de discernimiento agudo para criticar a tu ser. Ya no llevo el velo enceguecedor del amor, esa mera ilusión. Tejías en ondulantes movimientos de pasión fingida toda tu hipocresía ¡eras mi actriz favorita!, tus lánguidos labios bebían mi simiente ¡oh tus ojos, como mienten!


Donatien Alphonse

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