La carta que nunca entregué.

Se sentó en la mesa del café Bruno, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Amada mía, ¡qué lindo suena! Aún en un papel o en mi cabeza esas palabras llenan mi espíritu porque yo se que están unidas con vos, con tu hermoso nombre y tu maravillosa esencia.

Amiga, ¿no sientes lo que yo he sentido cada día que estuvimos separados durante los últimos años?.

Porque yo lo he sentido. Hay una parte vital de mí que se perdió. Traté de suplantarla. De engañarme, como si sin pies pudiera caminar. Traté de llenarla con trabajo, con amigos, con salidas, con vicios rotatorios, con cuentos y música, y seguía vacío, hasta anoche cuando te volví a ver, cuando tu perfume se metió en mis entrañas y empujo mi sangre para que mi cuerpo volviera a sentir ese calor, alejando al frío que me mantenía vivo, helado. Me miraste, me hablaste, me acompañaste y mi universo volvió a su eje. Fue como si el tiempo no hubiera pasado.

Mi vida volvió a tener sentido, no es que antes no lo tuviera, pero ahora era palpable.

Y cuando te fuiste, me quedé sombrío, esperando que volvieras. Sos más que una simple amiga, aportaste a mi vida dirección, belleza, alegría, tranquilidad, significado.

Muchos no lo podían entender y algunas veces caminaba entre ellos, pero incluso en mis horas más oscuras, yo sabía en mi corazón que algún día volverías, y mi mundo estaría completo otra vez, y mis creencias en Dios, en el amor, en las personas y el arte renacerían de las cenizas.

Mi ser, todo mi ser está roto ahora mismo. Y vengo acá bajo este manto de estrellas, nuestro lugar preferido, a escuchar el silencio y el eco de lo que solíamos ser.

Bruno.

Carta Circular

Se sentó en la mesa del café Juancqui, sintió el aroma, tomó un sorbo y dijo:

Amiga:

La vida tiene respuestas tan hermosas, que sé no me alcanzará la misma para disfrutarla. Conocerte fue reencontrarte. Porque de alguna manera sabía que vendrías por mí, para acompañarme con tu cariño en este camino. Lo que más me gusta es que voy a poder ver tu majestuoso vuelo, cuando tus alas se desplieguen y sedientas de cielo, abracen el entorno y te eleven a tu libertad. Contemplarte hasta aquí ya fue un sueño cumplido, llenaste mi tiempo de soledad de esperas, al escuchar tu nombre en el silencio de mi andar, susurrado por mi voz, como si nombrándote invocara un hechizo milenario, una evocación mágica que te pudiera materializar.

Y ahí estás, ya nada puede evitarlo, transitas en un árbol que se despide al costado del camino, en las palabras que permitiste escuchara entre tú y tu futuro y utópico hijo, que coronó aquella lágrima que sostuviste con tu dedo. Demás está decirte que te deseo todo el amor, que ya tienes en ti, pero me permito ser un poco tonto, se que sabrás excusar este exceso que sólo descubre mi alegría.

Esta carta en sí, es un te quiero desmenuzado, un reflejo de lo mucho que amas. Ojala hubiese tenido a alguien que me hablara de todos estos reflejos, mis alas serían de vuelo grácil y fresco, no estarían creciendo recién ahora.

Como veras estoy escribiéndote porque ocupas todo mi tiempo, quiero seguir en mis cosas, pero la concentración sobre ellas se dispersa con tus recuerdos, por eso dije, bueno entonces te escribo, así desahogo este desborde de vos.

Veo como avanzas en tu sabiduría, como a medida que te doy a conocer lo que vi y lo que veo, tu entorno se va transformando y todas las energías en derredor tuyo van transformándose sutilmente, de manera que a forma de un capullo vas preparando tu cambio y preparando la llegada de lo nuevo, la nueva felicidad que te va a venir, por todo ese amor que tenes.

Siento como van a cambiar todas las cosas en tu entorno, tus amistades, allegados, tus seres queridos, ¡Qué bueno!, me conformaré con saberte bien y que de vez en cuando, me escribas algunas líneas, porque ya estás instalada en mi corazón, no te voy a poder despegar aunque dejes de verme.

Que lindo es conocer a alguien y transformarse junto a este, ir sintiendo la elevación del vuelo, no el impulso de una caída, es como sentir los brazos desplegados y una brisa suave que acaricia el rostro, cuando, de improviso, miras hacia abajo ves la plenitud de todo lo activo, pero giras la mirada hacia arriba y ves más, mucho más, otros que te están mirando, algunos cerca, otros más lejos, pero entre ellos más actividad, más amor.

Todo esto es lo que siento ahora, un tesoro que llevaba dentro mío, por tantos años, no lo abría por avaro egoísta, ahora que lo abrí, meto la mano y arrojo el contenido a mi alrededor, para mi sorpresa el contenido más allá de tender a vaciarse, desborda y aumenta, fue este brillo el que te trajo a mí, este brillo enceguecedor, que vibra en mil sonrisas, en una canción de amor permanente, por eso te vi, porque brillabas más.

Nada puede detenerte y lo bueno es que vivo en tu libertad, ya todo vendrá a ti, la niñez que pasó tan rápido y formal, lo abrazos y los besos que te negaron, las miradas sostenidas de quererte hasta lo incontenible, los juegos de querer sin ningún prejuicio, voces que acompañaran la llegada de tus sueños. Por eso es mi deseo que sigas así, en esta eterna contemplación, que te llevó a perdonar todo, lo que tú sabías imperdonable, no por no ser merecedor de perdón, sino porque era así.

Ahora que caminamos juntos y no sé si tendré otra oportunidad ¿Me dejas tomar tu mano?


Gracias por tanto amor, Amiga mía.

Juancqui.

Fée Vetre

Se sentó en la mesa del café Donatien Alphonse, sintió el aroma, tomó un sorbo y dijo:

¡Oh amada mía!, ¿es el reflejo de tus ojos la viva reconstrucción póstuma de tu epitafio? ¿Acaso el sereno invernal se privaría de abrazar la fría roca con su manto? -reflejo de tu alma-. ¡Ah! Tus ojos impostores, una vez terratenientes ajenos al mal. Esa mirada esmeralda ahora me recuerda a una quimérica medusa -cruel-, ojos bosquesinos les llamaba yo, ese bosque donde en sus senderos mi esperanza se perdió tantas veces (cuan idiota). Tus petulantes fantasías de amor, tus eternos traumas y complejos que en la sangre de este servidor supiste inocular. ¿Alguna vez realmente deseaste redención? ¿O fue acaso tu viciosa adicción a la teatralidad y a la búsqueda de una ovación sentimental? Siempre tuviste un don, sabias germinar el dolor sin duda pero solo hasta esa instancia (afortunadamente) ya que a pesar de presumir una luciferica maldad inherente no eras mas que una delicada muñeca de porcelana -resquebrajada-. Debí creerme Frankeinstein (Dr.) para querer coser nuestras almas -experimento fallido de monstruosos resultados-. Tú y tú exuberante caminar trae a mi mente la proyección de tu sombra la que en algún momento –pienso yo- han de haber intercambiado lugares, ya que no eres mas que la sombra de una sombra de lo que solías ser. Hoy se yaces vacía aunque lo enmascares con fantasías; como un árbol caído que sin raíces no se nutre ¡como un árbol caído que sin raíces no se nutre y se pudre! Nuestro dizque romance me recuerda al ajenjo y el hachis, la Artemisa amarga y el polen, pero no advierto quien era el adicto y quien el ebrio. La verborrea romántica vomitiva que vertías en mis oídos como rutina hipócrita de tu esplín revuelve hasta el día de hoy mis vísceras. Es tu vientre el que hoy desprecio, eran tus egos las celestinas que abogaban por el placer, paupérrimo intento de mujer. ¡Pero miradme! aun eres musa para mi pluma solo que ahora mas certera y con poder de discernimiento agudo para criticar a tu ser. Ya no llevo el velo enceguecedor del amor, esa mera ilusión. Tejías en ondulantes movimientos de pasión fingida toda tu hipocresía ¡eras mi actriz favorita!, tus lánguidos labios bebían mi simiente ¡oh tus ojos, como mienten!


Donatien Alphonse

La mañana.

Se sentó en la mesa del café Jeremias WOLF, sintió el aroma, tomó un sorbo y dijo:

Hago el esfuerzo supremo…los párpados pesan…sé que mis ojos están hinchados de insomnios viejos…los siento así, latiendo lentamente con el pesado aire de la mañana.

Por un instante las imágenes del cuarto pasan ante mí como diapositivas en loco frenesí, desplazándose como flashes fantasmagóricos…

Apenas consigo que mis ojos comiencen a abrirse…van subiendo lentamente la cortina que los cubre, temerosos testigos presenciales de la historia de mi vida…

Como en todas las mañanas de primavera, la luz colándose entre los postigos, dibuja barrotes carcelarios sobre la pared gris, que supo de pinturas y momentos tiernos…

Con cuidado y movimientos austeros comienzo lentamente mis juegos matinales de la pereza… me recorro… los pies… las piernas… la cintura, que prontamente me recuerda que ya no son mis mejores tiempos… manos y brazos sumándose al festejo de la fiaca… mientras mi mente trata de encontrar la salida a esta noche nuestra, tantas veces postergada…

Con temor y los ojos medio abiertos, mi brazo se extiende hacia tu lado de la cama… recorro las fronteras de tu carne… el sudor dejó plasmada tu silueta entre las sábanas… sigo quieto…

La cascada de imágenes se renueva… tu vestido color esmeralda…tus zapatos pequeños… y tu ropa interior ceñida… provocando la asfixia de tus senos…

Anoche eran coronaciones en tela de tu cuerpo perfecto, ahora dibujan mapas de países que no existen, con mares marrones de salvajes aguas, desparramadas ropas sobre el suelo de madera diáfana…

Persiste en el aire el aroma de tu sexo y mis ojos vuelven a cerrarse buscando los momentos especiales de la noche, donde el olor bravío de tu cuerpo desbordaba mis contenidas ansiedades… Y no es la primera vez que pasa… cuando ocurren tus sudores excitados en la casa se instalan a quedarse varios días, dando certeza a que se han fundido en lo más profundo de mi carne…

Y vuelven las imágenes nocturnas a mezclarse… y la mañana me trae con tu fuego el aroma contundente del café recién hecho… y las tostadas que comienzan a quemarse…

Presto atención, no me dejo embriagar por la nostalgia de vos… y entre los ruidos matinales me llegan los susurros de tu canto…el agua que hierve… cucharitas huracanando tazas tibias… y hasta mi propio silencio puedo escuchar, jadeando la resaca de esta noche… tus sonidos de la noche… pequeño arte efímero que sucumbe a la pasión de nuestros cuerpos… Repitiéndose una y otra vez hasta la cúspide…

Vuelvo a intentarlo… tratar de recomponerme los despojos se convierte en un acto heroico después de haber muerto mil veces en tu regazo…
Al paisaje de mí que queda tras tu paso, se le atrincheran las fuerzas, y no permiten que comience el nuevo día… prefieren retener los encantos de tu cuerpo entre mis brazos…

Supero mi eternidad estática de esta mañana de septiembre y con disimulo atisbo el radio reloj sobre la mesa de luz… domingo… 9.35 de la mañana…

A duras penas consigo sentarme en la cama… dejo que los minutos me vayan recorriendo lentamente hasta recuperar el movimiento…

Suavemente desde la cocina va llegando a mí, mezclado entre el sonido de campanas de tazas y platos, tu leve tarareo de la canción de aquella película de héroes amorosos que asumimos como propia, allá por aquellos días en que el ping-pong de preguntas y respuestas pretendía ponernos al tanto de quien era la persona amada…

Pesadamente me dirijo al baño… enciendo la luz tapándome la cara… no quiero que ese instante de reflejo intenso me pegue como una bala sacándome de este letargo agónico de la mañana…

Tu tarareo se hace más fuerte…
¿Tal vez me hayas escuchado?... sí… seguramente… siempre has tenido la percepción de mí en cada momento… sabiendo… sintiendo qué, comó y cuándo… con una mágica interpretación del mundo simultáneo…

Consigo fugazmente ver en el espejo la resaca de la noche transitando las arrugas de mi cara… mis ojos hinchados… el desorden de mi pelo… mis labios secos de regarse por tu carne… la mirada exhausta…

Una mezcla de placeres explotando en mi memoria dibuja la primera sonrisa que me brota… Nada se compara a una sonrisa conseguida de tu mano… Despegan naves interplanetarias al susurrar tu nombre… mientras voy dejando que de la canilla comience a caer el agua.

Parado al borde del lavabo dejo a mi cabeza inclinarse e imaginar recónditos caminos, plagados de hazañas, deslizándose por los trazados del desagüe… ¡Cuánta paz y cuánta calma!

El agua fresca choca con mis manos estrepitosamente… me sacude… recorre desde allí hasta el último rincón de mi cuerpo… parece que estuviera helada mirándola desde el calor de nuestros cuerpos… me despeja… me empapo desde el cuello…

Ya no es un susurro ronroneante lo que llega desde la cocina… ya la canción nuestra se desliza alegre aturdiendo los rincones de la casa…
Nunca me canso de regodearme en tu felicidad… por momentos soberbios me creo el hacedor de tu alegría… y me siento un orfebre de ángeles cuando me pienso fabricando el estallido de tu risa…

Cierro los ojos y la canilla… muevo mi cabeza a un lado y otro… me río… Siempre te burlas cuando hago esto desde aquella vez que te dije que estaba comenzando a hacer gimnasia…

Sé que estás cerca, que achicaste silenciosa la distancia, lo siento… te siento... Como un ave viniendo a mis manos abiertas... tu mirada volando a mí... tus suaves alas.....el olor inconfundible de tu cuerpo… no necesito darme vuelta para saber que estás ahí parada observándome… hasta presiento la bandeja humeante entre vahos de café y tostada…

Te nombro y juguetona no decís nada… hago un silencio extenso y te provoco… tu mirada me recorre… lo presiento… presiento tu sonrisa acariciándome la espalda…

Lentamente doy el giro, acelero las instancias de tu juego… tu mirada se me clava y me derrite las entrañas… atizando el fuego… preparando la revancha…

La bandeja adquiere un peso insostenible, tus manos dirimen diferencias entre dejarla caer estrepitosamente al suelo o ser cómplices de minutos que se escapan mientras elijas donde moleste menos esta instancia que no estaba preparada.

Finalmente ganan los reflejos…

Te acercás mansamente… con esa mansedumbre que presagia los destellos de tu fuego…

Mis manos necesitan nuevamente hacer su recorrido de amor sobre tu cuerpo… el momento celosamente repetido y cuidado donde pasamos de ser individuos a ser indivisibles… tu cabeza reposa en mi pecho… me invita a la magia de tus besos…

Y una vez más se apodera de la casa el pequeño margen de silencio que siempre nos alcanza para llegar hasta la cama…

FIN

Jeremias WOLF

¿Quién escribe hoy para mi sed?

Se sentó en la mesa del café Teco Brandt, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

A la literatura más pura y a los versos más bellos, arruinados por la ignorancia que me desvanece y me levanta culpando a funcionarios de oficina. La gran oficina de los intérpretes que arruinan mi lectura, la de mi ignorancia, que es tan redundante.

Porque nunca interpretaremos lo mismo si no forjamos mentes desde las claves en que ha sido concebido el código mismo. Tal vez asomemos la nariz, pero no será lo mismo.
Me repliego y pienso: Un solo viaje, uno solo… Original, propio del alma, puede salvarnos de la mutilación. Si, nuestra sencilla y humilde interpretación, olvidando de lo que nos han despojado las bestias, nuestra ignorancia y nuestro destino.
Seguir adelante es seguir creando, creciendo desde adentro, creyendo que se puede protagonizar parte de esta historia que lleva miles de años agotando cuadernos y enterrando valiosos pedazos de memoria.

Teco Brandt.