Sin decirles de mucho, solamente de estos espacios sin fronteras que irrumpan en el camino...
Sol cuando te contemplo
Inventando el reflejo de mis ojos
En tus sombras palaciegas
Te siento más extranjero que nunca.
Te vas y no ameritas ser ajeno
En esta frontera de nostalgias huracanadas.
Te vas y sé que no volverás a ser el mismo y no volverás.
Habrá perdido entonces su semblanza el balneario que embriaga su exilio
Y que busca en ésta pesadumbre de voces
La pintura de las ilusiones urgentes de un abrigo.
Te vas dejando atrás el rostro de la rivera la vid y el trigo
Que amasa el asfalto de un pensamiento secular que no es mi destino.
Aquí no sirve la brújula
Ni los pasos que guían las estrellas
Tampoco los reproches perdidos
Por el polvo congelante de la noche.
Aquí es escaso el cielo
La legumbre el centeno
Y las palabras de aliento.
Por eso se detiene el murmullo
En esta estatua plagada de mágicos desprecios
Se detiene en el insomnio cuántico de las ideas
Posando como si retrocedieran las horas en el escaso fulgor de la penumbra
Y como avalancha perenne
El herrero del discurso moldea el borde de una frase idílica
Y se precipitan los pentagramas infinitos
En los conciertos fermentados por la espera
Esa fatalidad de que hoy no despierta el sol
En ese grafitis tatuado por el barlovento sinuoso de una mujer
Que espera en la cena el consuelo del silencio de una expresión.
Hoy el sol quedó atascado con la maleza que carga el rio
Quedo envuelta entre la epidemia de fieras enloquecidas y frenéticos desenfrenos
Quebrantando la estética la desnudes y el brillo
Que acusa la primavera en su primera noche de luna
Partiendo a los hombres en costillas de arcilla mal cocida
Para revivir la idolatría de su creación.
Quedo para siempre la tierra
Tendida como sabanas tibias la madrugada
Deambulando en los significados de la oscuridad
La resistencia al silencio total
El canto de un recuerdo de antaño en una historia de amor.
Santiago de Chile, Noviembre del 2011
Moshenga VIII Cabanillas
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