Se sentó en la mesa del café Paxcu, sintió el aroma, tomo un sorbo y dijo:
La abundancia de rostros que me rodean es incomparable a cualquier otra. Las miradas varían según el rincón al cual apunte con mis ojos. En ellas se leen, se sienten, se confiesan los pecados más dispares e increíbles. Pero me detengo en sólo tres de estos personajes, este tridente que atrapó mi completa atención.
El primero de ellos, de pupilas grandes, de un color bastante común para el normal de las personas, pero diferente en la manera de reflejar los sentimientos. De reflejarse en ese expresar que, sin decir, tienen los órganos visuales. Rígida y penetrante, profunda y tenebrosa, despliega el temor de quien es beneficiado, o victima, de ser el objetivo de ella. Una ojeada digna de ser evitada por cualquiera, digna de no ser alineada.
El segundo, quizás el mas extraño, posee la amplitud de capacidades en sus verdes ojos. La rareza los parpados casi juntos, denotan un ser extremadamente analítico y crucial en la manera de dirigir los, imaginarios, rayos que salen de su rostro, prácticamente destruyendo al señalado. Casi como si estuviera apuntando acusadoramente con el dedo índice, prácticamente, destinándolo a la perdición. Un singular y despreciable atisbo de esta figura tétrica que, despreocupada, imputa cargos sin discriminación de razas o formas.
La última, quizás las más interesante, la más atractiva. Se esconde detrás de un bello azul radiante que desprende bondad y simpleza, como repartiendo flores a su paso. Despreocupada y carente de maldad, está relegada, insalvablemente, por la pequeñez de su portador. Tal vez algo tímido, algo retraído, espera a que salgan primero sus desconfiados hermanos mayores a revisar. Sus tiempos de reacción son más lentos, quizás por las experiencias pasadas, quizás por miedo a la indiferencia. Pueden ser varias las razones pero, siempre que aparece, conquista corazones, abraza el alma y colma de pasión.
Son tres las miradas, tres muy asimétricas opciones que se agolpan en un solo hombre, una sola mujer. Siempre, o casi, metódicamente como entraron en escena van mostrando sus virtudes, o defectos. Así miramos, así empezamos a conocer, así comenzamos a juzgar y errar. Sin embargo, todavía quedan los que pueden darle lugar a la diminuta y tierna manera de ver, con la esperanza de poder trasmitir con ella más que mil palabras.
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