En las palabras, las respuestas.

Se sentó en la mesa del café Lola Sabin, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:


Deseaba tanto estar acá. Solo con mi alma, rodeado de Dios.
Respirar es distinto, el aire purifica mi cuerpo, caminar entre estos pedazos de cielo no hace más que mostrarme que ningún mundo se va a acabar por más errores que cometa, que nada va a pasar si vivo mi vida como quiero hacerlo. Intentando, equivocando caminos, una y otra vez.

Embelesado por los sonidos no pude más que hacer lo que siempre hice … pensar.

En el éxtasis, en un paraíso que no parecía terrenal, note que no iba a hallar más respuestas que las que yo mismo tenía, así como que no tenía más armas para desarticular mis mecanismos de defensa que las que había traído … quizá había sumado algo de paciencia, tranquilidad, espacio y tiempo.

Sin desesperar, sería un crimen en ese lugar, caminé disfrutando del regalo de vida que estaba viviendo.

No podría, ni querría, especificar en cuanto tiempo, ni a qué distancia vislumbré a un grupo de personas. Algunos sentados a la orilla del lago, otros tomando y comiendo un poco de cada cosa, un poco de cada quién…
Parecía haber lugar de sobra, sin faltar nadie. Cosa a la que no estaba acostumbrado, porque en mi vida nunca nada era suficiente, siempre podría ser mejor, siempre tenía que analizar las formas de perfeccionar todo, hasta el tiempo en el que hacía las compras en el supermercado.

Optimizar, aunque no sea necesario.

Me dispuse a vivir intensamente la experiencia, por lo que acercarme no fue algo extraño. Amigablemente me arrimé y al poco tiempo era uno más.
Quizá todos los que estaban allí habrían llegado de la misma forma … había cierta magia en el lugar. (calidez)

Sin darme cuenta había hablado de cosas que hacía años no hablaba con nadie. En realidad había hablado de estos temas con mi novia, con mis amigos, y hasta con extraños que son amigos por algunas noches y después no los ves más, pero nunca de esta forma, no relataba hechos sino que hablaba desde el fondo del alma, contando emociones, sensaciones, miedos … ¡miedos! hacía tanto tiempo que no me animaba a hablar en voz alta de los miedos y las sombras que me perseguían. Todo el tiempo, sobre todo en la noche. Había cambiado mis hábitos para evitar esas interminables y extenuantes noches.

Misteriosamente, me escuchaba a mí dando todas las respuestas que esperaba. Sabía que las tenía, lo que no sabía era que el yo que había llegado, el mismo de siempre, sabía.

Realmente no sé si quienes me rodeaban estaban realmente interesados en lo que decía o si me escuchaban siquiera Pero poco me interesaba, yo estaba recibiendo las respuestas que tanto necesitaba.

Mientras tanto, el mundo seguía girando y estaba anocheciendo, la luna reflejada en el lago, mi sonrisa estancada en la cara, yo reconociéndola como mía, y la pasividad de todos que no parecían alterarse por la hora de cenar, por qué íbamos a comer, por sí comeríamos todos juntos allí o donde iríamos a dormir … cosas normales, que es necesario prever.

Mimetizado con el ambiente, quedé, petrificado, inclinado sobre el lago reconociendo como mío el rostro y la sonrisa, desconociendo los rebordes de la imagen.
Solo mostré signos de vida cuando fui sorprendido por una mujer que había estado antes escuchando lo que decía.


- Veo que al fin te reconociste.

- Sí. Este lugar es mágico, gracias por todo.

- No tenés nada que agradecer, al menos a mí. Yo no cree el paisaje, ni a estas personas, ni hice nada para que vos encontraras lo que estás, o con suerte estabas buscando.

- Tenés razón, igual gracias por … lo que sea que hiciste para ayudarme (me reí inocentemente, buscando complicidad).
¿Puedo hacerte una pregunta?

- ¡Claro!

- ¿Cuál es la magia de este lugar? ¿Cómo hacen para escuchar y ayudar a quienes llegan y a la vez lidiar con sus propios problemas?
(La mujer empezó a reír como si hubiera preguntado una pavada)

- Podría llevarme el crédito y posiblemente convertirme en una leyenda en tu tierra, pero perdurar en el tiempo por algo que no hice … no es algo que me seduzca demasiado.

- Entiendo que seas humilde, pero estoy muy intrigado, acá logré tener la claridad que busqué durante años, por no decir toda mi vida.
(Volvió a reír. Juro que si no fuera tan poco importante en ese momento, hubiera quedado orgulloso sintiéndome el mejor Olmedo)

- ¡No querido! No se trata de humildad, es qué es siempre lo mismo. Vienen cientos de personas y aún escuchando sus propias palabras y reconociendo las respuestas como propias … no pueden entender como sucede.
(Parecía haber terminado de hablar, pero me quedé en silencio, no queriendo comprender lo que sabía ella me decía)

- Puede ser que el lugar traiga el espacio y el tiempo que se necesitan para escuchar … pero no es necesario venir a acá para escucharse a uno mismo … solamente es necesario escuchar las palabras que salen de la boca como salen, y no como quisiéramos que salgan. Uno siempre dice lo que quiere decir.
(Me dio un beso en la mejilla, y sonriendo se fue)


Quede como si hubiera tenido un encuentro cercano, como si un ángel hubiese venido a darme luz. Quede exactamente como esa mujer, de carne y hueso, me recalcó que no debía quedar. Creyendo que el poder lo daba el ambiente cuando salía de adentro.

De todas formas yo lo sabía, solamente necesitaba escuchar.



Lola Sabin.

1 comentario:

  1. Muy muy bueno. Felicitaciones.
    Carlos M.
    http://relatosreducidos.blogspot.com

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