Yemina.

Se sentó en la mesa del café Horacio Oliveira, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:


Resido en donde los castillos se desmoronan,
donde los pensamientos se funden entre polvo, futuro y el debelo.

Acaso me interrogué por tu ausencia y no por tu partida,
jugando un tanto al guerrero sin guerra,
batallas, retos y ni siquiera enemigo.

Los ocasos no adelantan ningún augurio diario hacia mí.
Aquel imponente informante me ha recomendado un toque de poesía,
pues aquí estoy pecando.

Te intitulo como el reverso de la normalidad
con una delicadeza principesca,
pero en tus manos está más que clara
la disolución de esta intriga.

Se paga con el mismo precio o los mismos artilugios en vano,
no hay nada en lo que se pueda valer este desperdicio de cumplidos.

En esta vorágine inconducente de mi tranquilidad,
sospeché lo más obvio a cualquier audaz mirada.

Derroché infinidades de expectativas en tu nombre.
Prediqué un estilo de vida quizás más apto para mí.

Una locura preciosa (Un eufemismo) ha atravesado
inocentemente últimas etapas de mi supervivencia.
No creo demasiado en aquéllas por una simple
estructura de relaciones incorruptible.

Hoy los cimientos arenosos en donde me cobijo
tienen otra manera de contención
ante las tormentas que arrasan todo a su pasar.

Tu nombre ha plasmado toda expresión de sorpresa,
toda ejecución de incertidumbres hacia mí,
todo ejercicio de nostalgias emergentes,
de extrañezas, de soslayos, de pasiones inefables.
Aun así, representas un pseudónimo.

El juego, del cual comencé perdiendo, jamás tuvo su final.

Todo se remite ante ese idioma que me deja perplejo.

Sus sonidos erigen todos mis impulsos.
Todo en derredor es apócrifo,
un anaquel de conocimientos a los cuales jamás tendré acceso,
a un conjunto de historias que jamás se contarán
y que su propio cuerpo simboliza
la incertidumbre misma.

Y empecé a saber ese destino que te ultraja, solo por esos días.
Y quise intermediarios porque temo una afrenta silenciosa,
y, sin saberlo, presentí metafóricamente tus húmedos cristales
que dejan perplejo a quien los contempla.

Ya en mi interior no aflorabas.



Horacio Oliveira.

1 comentario:

  1. Anónimo11:37

    "Acaso me interrogue por tu ausencia y no por tu partida"

    que difícil es hacerse preguntas a uno mismo sobre lo que podríamos tener alguna responsabilidad y que encima duele!!


    Además de ese esperar que las respuestas vengan a nosotros, respirando profundo, mirando el paisaje, cuantas veces lo viví!!

    Hermoso poema!!

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