Máquina del tiempo.

Se sentó en la mesa del café Cecilio Pastrami, sintió el aroma, tomó un sorbo y luego dijo:

Una o dos noches atrás desperté en medio de la oscuridad. Fue un despertar tranquilo, virginal. Supe que estaba en lo profundo de la madrugada; Eso se sabe, hay un silencio único, perfecto a esa hora. 

Creo que por un micro-segundo (es difícil definir esas parcelas de tiempo) eso fue lo único que supe sobre las circunstancias que me rodeaban. La oscuridad era el universo, yo era apenas una conciencia o quizás menos, tan sólo una mirada dirigida hacia un objeto oscuro y pesado situado en frente de la cueva que me contenía.

Recordar aquella sensación primigenia es lo más cerca que estuve jamás de un milagro.


Suavemente fueron descendiendo hacia mí determinadas iluminaciones. Supe que era un ser humano, que habitaba un universo regido por condicionantes de espacio y tiempo, que debía tener características que me denominaban e incluso diferenciaban de millones de otros seres humanos viviendo, pensando, respirando en ese mismo universo. Que tendría un nombre, un tiempo recorrido y uno por recorrer. Está claro que no lo pensé así, ni siquiera fue un pensamiento lineal, fue una intuición que me cayó encima como un balde de agua fría o como un piano.

De una sola vez.


Pero aún faltaban detalles. Detalles que mi razón pedía a gritos. No sabía quién era o dónde estaba. Aunque de tanto mirarlo reconocí aquel objeto oscuro y pesado. Pude entender también que no era una cueva lo que me atrapaba. Yo era una persona acostada, tapada con las mantas hasta la cabeza mirando un armario, un placard de madera oscura. Lo más probable es que tuviera todo un cuerpo bajo esas mantas, pegado a una cabeza que contendría estos ojos que miraban desde dentro de aquella sutil cueva, esta mente que trataba de entender dónde estaba...


Así fue que una primera posibilidad vino a mí. Estaba en un país que se llamaba Argentina. En una provincia que se llamaba Salta. Miraba el placard empotrado en la pared lleno de revistas de música y mantas viejas. Inicios de los noventa. Era Invierno y mi madre pronto vendría a despertarme para ir al colegio. Pensé en el té de desayuno. En las tostadas. En que había tareas de geografía que no había hecho. En la ridícula corbata roja. En mi mamá...


Inmediatamente (o quizás al mismo tiempo) estaba en Córdoba, otra ciudad, mismo país, yo estudiaba allí, mantenido por mis padres. Tanto el alquiler como la comida, tanto la cama como el ropero que yo observaba expectante, estaban pagados por ellos. El año era diez años más (y esto invalidaba mi primera opción) No sabía con exactitud la fecha aunque sabía cuando era, aquella noche había muerto Rodrigo, un cantante de cumbias; Nosotros habíamos salido y habíamos regresado borrachos como casi siempre. A mi lado, a mi espalda dormía mi hermano. Mañana sería domingo, despertaríamos tarde y no tendríamos nada que comer...Estaríamos todo el día con resaca y deseando una sprite que no podríamos comprar....


Pero aún se me presentó una tercera opción que me pareció la más irrisoria y descabellada de todas. Yo vivía en Europa (en el continente, no en el satélite). En España. En una ciudad frente al Mediterráneo. Hacía tiempo que había perdido la esperanza en aquel otro país. Ya casi ni me importaba lo que pasara allí. El armario que miraba era nuestro armario. De María y mío. Ella dormiría a mi lado y pronto se despertaría para ir a trabajar, porque entraba muy temprano. Yo trabajaba de noche, de camarero y de barman también. Quizás pronto nos casaríamos. Me parecía todo demasiado ficticio. Aunque yo siempre había deseado conocer Europa...


Entonces tuve la plena conciencia de que debería volver a dormirme. Que estaba divagando, que aún seguía atrapado por la noche. Aquello no tendría importancia. Al despertar (fuera donde fuera que despertara)ni siquiera lo recordaría. No había una opción correcta, una posibilidad cierta. Tampoco era cuestión de elegir.

Lo más razonable sería seguir durmiendo, seguir soñando, seguir viviendo.



Cecilio Pastrami.

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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  2. Anónimo13:55

    Espectacularrrr! imagino que ya te habrán dicho que tus cuentos son algo locos; a pesar de que escondan cosas simples, al fin y al cabo.

    Deberían de borrar el comentario anterior, me resulta molesto, es un simple comentario, nada más.

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  3. gracias! si bueno.no se como se hace para borrar el comentario

    un saludo

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  4. Perdon por la tardanza! ya borre el comentario,

    ahoora, que buena catarsis!!

    A mí me lleva a esos momentos, que potencia la madrugada (en la que estamos como suspendidos en el tiempo, por muchas razones que no voy a delirar acá) en los que toda nuestra vida viene a nosotros como vidas de distintas personas porque no somos iguales a los que fuimos y espero que tampoco a los que vamos a ser...

    Gracias por otra invitación a ejercitar la cabeza

    Exitos!

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